Page 36 - Escalera al cielo
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Te puso de cabeza. Recurrió a sus vastos libros.
Telefoneó a un colega, luego a otro y hasta aprovechó
para ordenar una pizza y dos refrescos.
Regresó a sus libros, y después de calmar su hambre
de respuestas, gritó: ¡lo tengo!, lo hallé en mi biblioteca,
aquí estuvo todo el tiempo. A esta niña nunca
nunca le saldrán los dientes. Lo suyo es
una especie de ranfoteca, concluyó sobándose la barbilla.
¿Una qué? ¿Cómo? Una mandíbula externa
que le servirá para triturar su alimento día tras día.
¡Ah!, y no se la limen más. Déjenla que crezca como
deba crecer. Al mirar nuestras caras sonrió socarrón.
¿De qué se preocupan?, por esta silla he visto desfilar
horrendas caries y negras, negrísimas placas bacterianas
y escabrosas pulpitis; aquí he torturado a niños
y adultos por igual; he taladrado los más duros colmillos;
he arrancado muelas e incisivos, pero su hija
nunca sufrirá bajo mis crueles instrumentos de metal,
¡oh!, así será. Era un gran hombre aquel dentista.