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Deporte adaptado y Discapacidad. Tema 7 – Discapacitados intelectuales
FINALIDAD Y BENEFICIOS DE LA PRACTICA DEPORTIVA
La práctica deportiva por parte del minusválido psíquico debe valorarse no tan sólo
como vehículo de las técnicas puras del deporte. La realización deportiva por parte de estas
personas viene valorada como medio de adquisición de normas y pautas deportivas con
aplicación en sus conductas y para enriquecimiento y educación de su estima personal.
A nivel de la práctica deportiva, el minusválido psíquico debe considerarse capaz de
realizar cualquier tipo de actividad reglada, teniendo siempre presente que su capacidad de
rendimiento físico va a venir moderada por el grado de deficiencia que afecte al individuo.
Un camino válido, y que va a favorecer el desarrollo individual de la persona, es el
campo del movimiento físico, en donde en un primer lugar nos encontramos con movimientos
incontrolados fruto de la necesidad de expresión interior y de la búsqueda de sensaciones
placenteras de libertad, en donde las normas y las reglas no coarten la posibilidad de favorecer
la salida al interior o al exterior de las necesidades de autoafirmación de la persona.
A través del movimiento el individuo tiene la posibilidad de buscar ese ansiado
equilibrio, puede intentar lograr esa necesidad interior de sentirse bien, y este sentirse bien
puede llegar a través de la autoafirmación física en la que la persona se siente capaz de realizar
actividades y movimientos, que quizás para un observador poco avezado puedan parecer
erráticos y sin una meta final, pero cuyo fin viene limitado por el mismo individuo.
La actividad corporal y el movimiento conducen al fin de la mejora de la condición
física del individuo; pero es sólo cuando estas actividades están delimitadas y regladas por
normas, cuando empieza el deporte, cuyas metas están marcadas por la consecución final del
ejercicio en sí (meter gol, una canasta, etc.).
Evidentemente, en el caso de los minusválidos psíquicos, someterse a un determinado
número de reglas en la actividad deportiva, supone un cierto rechazo, por lo cual es primordial
la adquisición temprana de normas deportivas, en donde la sociabilidad del individuo juega un
papel tan fundamental como la aceptación plena de la convivencia con unos compañeros,
gracias a los cuales pueden conseguir la meta propuesta.
La iniciación a la práctica deportiva reglada, empieza por la asimilación y
perfeccionamiento de los gestos técnicos, intentando lograr una igualdad entre todos los
miembros componentes del futuro equipo, aunque para este tipo de personas el deporte
reglado debe estar formado, en gran parte, por la relación con el resto de sus compañeros, su
aceptación y el olvido del egocentrismo.
La entrada de los refuerzos negativos (léase sanciones arbítrales), en un mundo en
donde la pedagogía basa sus acciones en el refuerzo positivo, y cuando este tipo de refuerzo
(el negativo) se efectúa a nivel colectivo, debe tomarse como consecuencia de la aceptación de
las normas por parte de la persona y, debido a ello, es inútil reglar una actividad en la que el
individuo aún no ha aceptado plenamente las normas ni es consciente de que al transgredirlas,
incurre en sanción.