voló por el aire y el hierro perma-
neció como antes.
- ¿Puedo probar? -dijo la llama,
pequeña y calladla.
Todos despreciaron la llama, pero
ella se enroscó suavemente alrede-
dor del hierro y lo abrazó y no lo
soltó hasta que se había derretido
bajo su influencia irresistible.