Page 15 - Droysen, Johann Gustav - Alejandro Magno
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TRAYECTORIA  HISTORICA  DE  GRECIA               5

      quía,  instaurado  inicialmente,  para  consolidar  de  un  modo  rigurosamente  cerrado
      y  permanente  el  mando  de  una  oligarquía  noble,  más  al  sur  y  al  otro  lado  del
      mar  las  gentes  expulsadas  y  emigradas  encontraron  muy  pronto,  para  afianzarse
      y  desarrollarse  activamente  en  tierras  extrañas  y  entre  extranjeros,  formas  más
      libres  que  sirvieron  de  marco  al  rápido  e  intrépido  florecimiento  de  su  vida.  Y
      pronto  sobrepujaron  a  su  país  de  origen,  a  las  tierras  del  norte,  por  su  riqueza,
      su alegría  de vivir y  su  arte  radiante  y luminoso.
          Los  cantos  de  los  homéridas  son  el  legado  de  esta  época  agitada,  de  estas
       emigraciones  de  pueblos,  que  enseñaron  a  los  helenos,  dentro  del  marco  tan  es­
       trecho y, sin embargo,  tan  fecundo,  de su antigua y su nueva  patria, los  rudimen­
       tos  de  su  vida  histórica.
          Aquel  mar,  con  su  profusión  de  islas,  aquellas  costas  que  se  extendían  en
       torno,  eran  ahora  su  mundo.  Cadenas  de  montañas  se  extienden  desde  las  cer­
       canías del Helesponto  hasta  el  istmo y desde  allí bajando  hasta  el  cabo  de  Tena-
       rox. Su relieve puede seguirse incluso más allá del mar, a través de las islas  de Chi­
       pre,  Creta  y  Rodas  y  a  lo  largo  de  las  costas  de  Caria,  en  una  sucesión  de
       alturas  imponentes  y  de  ricos  valles  bañados  por  ríos,  de  fértiles  planicies  y
       estribaciones  montañosas  que  descienden  hasta  el  mar  y  que  por  el  norte  llegan
       hasta  la  cumbre  nevada  del  Ida  y  hasta  el  Helesponto.
           Este  mundo  cerrado  sirvió  de  marco,  durante  varios  siglos,  a  la  vida  heléni­
       ca,  maravillosamente  floreciente  sobre  todo  entre  los  pueblos  que  se  agrupaban
       bajo  el  nombre  jónico.  “Quien  los  ve  allí  -—dice  el  cantor  ciego  de  Quío,  ha­
       blando  de las  fiestas  de  los  jonios  en  Délos—,  quien  ve  a  estos  esbeltos  hombres
       y a estas mujeres bellamente  ceñidas,  sus  raudas  naves  y  sus  inacabables  riquezas,
       podría  pensar  que  se  halla  ante  seres  libres  de  la  pesadumbre  de  la  vejez  y  de
       la  muerte.”  Con  nuevos  contingentes  desgajados  de  su  seno,  salidos  unas  veces
       de las tribus establecidas junto al mar y en las  islas y otras  veces  de las  que vivían
       en el  interior  de  la  península,  fueron  floreciendo  nuevas  y  nuevas  ciudades  helé­
       nicas  en la  Propóntide,  en  el  Ponto  Euxino,  hasta  la  misma  desembocadura  del
       Tanais,  y  al  pie  del  Cáucaso;  al  otro  lado,  en  Sicilia  y  en  el  sur  de  Italia,  surgió
       una  nueva  Hélade;  grupos  de  helenos  colonizaron  la  costa  africana  hasta  la  Sirte;
       y  brotaron  también  ciudades  coloniales  helénicas  en  las  playas  de  los  Alpes
       marítimos,  en las  mismas  estribaciones  de los  Pirineos.  En  todas  direcciones,  has­
       ta  donde  podían llegar  con. sus  rápidas  naves,  se  extendían  estos  audaces  helenos,
       como  si  el  mundo  fuese  suyo,  unidos  por  doquier  en  pequeñas  comunidades
       cerradas  y  arreglándoselas  siempre  para  dominar  a  las  poblaciones  de  los  contor­
       nos,  cualesquiera  que  fuesen  su  lengua  y  su  carácter,  y  para  asimilarse  o  imitar
       lo  que les  parecía  digno  de  ser recogido  o  imitado,  en  medio  de  una  mezcla  abi­
       garrada  de  dialectos y de cultos,  con  una  actividad  incansable  y  siempre  acoplada
       al  lugar  y  al  carácter  de  sus  ciudadanos,  en  continua  rivalidad  las  unas  con  las
       otras y las  colonias  con la  metrópoli,  rivalidad  que,  sin  embargo,  pasaba  a  segun­
       do  plano  cuando  los  helenos  todos,  afluyendo  desde  cerca  y  desde  lejos  a  las
       fiestas  olímpicas,  participaban  en  los  mismos  torneos,  sacrificaban  ante  los  mis­
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