Page 18 - Droysen, Johann Gustav - Alejandro Magno
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8                TRAYECTORIA  HISTORICA  DE  GRECIA

       dominador;  600  naves helénicas  engrosaron las  huestes  del  gran  rey  en  su  expedi­
       ción  contra  los  escitas,  que  incorporó  a  los  dominios  persas  la  parte  norte  de  la
       Propóntide y  las  costas  hasta  la  desembocadura  del  Estrimon.
          La  suerte  de  estas  ciudades  jónicas,  antes  tan  orgullosas  y  felices,  no  podía
       ser más mísera.  No la  soportaron  durante  mucho  tiempo;  se  sublevaron  contra  la
       dominación extranjera,  apoyadas  tan  sólo  por  los  barcos  de  Eretris  y  Atenas,  que
       no  tardaron  en  regresar  a  sus  bases.  La  expedición  de  los  jonios  contra  Sardes,
       fracasó;  la  potencia  imperial  de  Persia  avanzaba  por  tierra  y  por  mar;  siguió  a
       estos reveses la derrota infligida a los helenos en el  golfo de  Mileto, la  destrucción
       de  la  ciudad  de  este  nombre,  el  castigo  espantoso  impuesto  a  los  levantiscos
       y  su  completa  esclavización.
           La  tercera  parte  de  la  Hélade,  la  más  hermosa  de  todas,  yacía  en  penosa
       decadencia, despoblada a fuerza de deportaciones y del éxodo interminable  de  sus
       habitantes.  Las  flotas  fenicias  del  gran  rey  dominaban  el  mar  Egeo.  Los  cartagi­
       neses  empezaron a  avanzar  desde  el  extremo  occidental  de  Sicilia,  que  tenían  en
       su  poder;  los  helenos  de  Italia  no  hacían  nada  por  impedir  aquello,  absorbidos
       por sus  discordias  intestinas;  la  lucha  entre  Sibaris  y  Croton  terminó  con la  des­
       trucción  de  la  primera  de  estas  dos  ciudades,  mientras  los  etruscos,  avanzando
       hacia  el  sur,  conquistaban  también  la  Campania;  la  fuerza  del  helenismo  itálico
       empezaba  a  paralizarse.
           En  el  mundo  helénico  sabíase,  indudablemente,  dónde  estaba  la  raíz  del
       mal.  Ya  durante la  campaña  emprendida  contra  el  rey  de  Lidia  había  exhortado
       Tales a la unión de  todas las  ciudades  de Jonia  para  formar un solo  estado,  en  el
       que  cada  ciudad  quedase  convertida  en  un  simple  municipio.  Y,  al  comenzar
       la conquista persa, Bias de Priena aconsejó a los jonios que emigrasen todos juntos,
       para  realizar en  las  tierras  del  lejano  occidente  aquella  obra  de  colonización  que
       en su tiempo preconizara  Tales.
           Pero toda la  trayectoria  anterior del  mundo  helénico,  su  fuerza  más  genuina
       y su florecimiento peculiar habían  estado  condicionadas  por  su  completa  libertad
       de  movimientos  y  su  gran  movilidad,  que  les  permitió  extenderse  en  todas  di­
       recciones  y hacer  surgir  por  todas  partes  nuevos  brotes;  por  aquel  particularismo
       extraordinariamente  vital  de  las  pequeñas  y  las  mínimas  comunidades,  tan  es­
       quivo  y vanidoso  como  atento  sólo  a  lo  propio  y  a  lo  inmediato  y  que  ahora  se
       revelaba  como  el  más  grande  de  los  peligros,  como  la  verdadera  “desventura
       panhelénica” .
           No  era  Esparta  la llamada  a  convertirse  en  la  potencia  salvadora  de  Grecia.
       Por muy eficaces  que fuesen las  formas  a  que logró  remontarse allí la  tiranía,  im­
       pulsada  por  el  incipiente  movimiento  de  libertad  del  demos  y  erigida  sobre  la
       violencia  contra la  casta  señorial y  el  favor  de  las  masas,  estas  conquistas  habían
       vuelto  siempre  a  desmoronarse.
           Sólo  en  un  sitio,  en  Atenas,  fué  seguido  el  derrumbamiento  de  la  tiranía,
       no por la  restauración  de la  casta  señorial,  como  Esparta  esperaba,  maniobrando
       por  conseguirlo,  sino  por  una  reforma  intrépida  y  liberal,  por  una  constitución
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