Page 58 - MIB 343 Septiembre 2021
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PROTEÍNAS
• Durante el embarazo, se requieren unos seis gramos más de proteínas al día. Este aporte puede estar garantizado alternando el pescado, las carnes magras, los huevos, los lácteos y las legumbres combinadas con cereales.
CALCIO
• También la necesidad de calcio aumenta mucho durante los nueve meses. Sin embargo, no se debe duplicar el consumo de lácteos (su fuente más importante). El organismo de la futura mamá es “inteligente” y, con el aumento de la necesidad de este mineral, mejora también la capacidad de absorberlo. Entre otros alimentos, el calcio se encuentra en gran cantidad en la mayoría de las verduras (sobre todo, las de hoja verde), en los frutos secos, el pescado y en algunas aguas minerales.
HIERRO
• Su necesidad prácticamente
se multiplica por dos, y no siempre
se consigue satisfacer con una dieta especí ca, que incluya alimentos que contengan hierro en una forma fácilmente asimilable por el organismo. Por esta razón, el médico que sigue
el embarazo debe valorar la situación concreta de cada mujer y prescribir
un complemento farmacológico
si lo considera necesario.
ÁCIDO FÓLICO
• Es una vitamina fundamental para el correcto desarrollo del cerebro y de la
médula espinal del niño, y la cantidad necesaria durante el embarazo
es el doble de la normal. Es difícil satisfacer esta necesidad por completo. Una dieta rica en verduras de hoja verde ayuda, pero es aconsejable tomar un complemento diario de ácido fólico a partir del inicio de la gestación y, si es posible, desde antes del embarazo.
AGUA
• A partir del tercer mes, el organismo de la futura mamá también debe formar el líquido amniótico, la sangre y los tejidos del feto. Por este motivo, durante el embarazo, es conveniente aumentar la cantidad de agua que se bebe cada día (que debe ser de unos 2-2,5 litros), así como incrementar el consumo de alimentos hidratantes, como las verduras y la fruta fresca.
ÁCIDOS GRASOS ESENCIALES
• Son indispensables para la formación del sistema nervioso y de muchas hormonas, en especial, los llamados Omega 3. Por esta razón, las grasas no se deben eliminar por completo de la alimentación, aunque sí que hay que apostar por su calidad. El aceite de oliva virgen, el pescado y los frutos secos son alimentos que completan la dieta con grasas poliinsaturadas “buenas”. Por el contrario, las grasas procedentes de los embutidos y los quesos son
ricas en ácidos grasos saturados,
que deben consumirse en cantidades moderadas.