Page 241 - Dune
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Paul levantó su pulgar con el sello ducal.
               —¿Veis este anillo?
               —Sí.

               —¿Sabéis su significado?
               Jessica se volvió a mirar a su hijo.
               —Vuestro  padre  yace  muerto  en  las  ruinas  de  Arrakeen  —dijo  Kynes—.

           Técnicamente, vos sois el Duque.
               —Soy un soldado del Imperio —dijo Paul—, técnicamente un espadachín.
               El rostro de Kynes se ensombreció.

               —¿Incluso cuando los Sardaukar del Emperador permanecen sobre el cuerpo de
           vuestro padre?
               —Los Sardaukar son una cosa, la fuente legal de mi autoridad, otra —dijo Paul.

               —Arrakis tiene su propia manera de decidir a quién concede la autoridad —dijo
           Kynes.

               Y Jessica, volviéndose a mirarle, pensó: Hay acero en este hombre, pero nadie ha
           conseguido  templarlo  aún…  y  nosotros  tenemos  necesidad  de  acero.  Paul  se  está
           librando a un juego peligroso.
               —La presencia de los Sardaukar en Arrakis —dijo Paul— indica hasta qué punto

           nuestro  bienamado  Emperador  temía  a  mi  padre.  Ahora  soy  yo  quién  le  dará  al
           Emperador Padishah razones para temer el…

               —Muchacho —dijo Kynes—, hay cosas que vos…
               —Dirigios a mí como Señor o mi Señor —dijo Paul.
               Suavemente, pensó Jessica.
               Kynes  miró  a  Paul,  y  Jessica  notó  un  destello  de  admiración  en  el  rostro  del

           planetólogo, y un rastro de humor.
               —Señor —dijo Kynes.

               —Soy  una  molestia  para  el  Emperador  —dijo  Paul—.  Soy  una  molestia  para
           todos aquellos que quieren repartirse Arrakis para expoliarlo. Mientras viva, quiero
           continuar  siendo  una  molestia,  como  un  palo  clavado  en  su  garganta  que  termine
           sofocándolos y matándolos!

               —Palabras —dijo Kynes. Paul le miró.
               —Tenéis una leyenda aquí acerca del Lisan al-Gaib, la Voz del Otro Mundo, el

           que conducirá a los Fremen al paraíso. Vuestros hombres tienen…
               —¡Superstición! —dijo Kynes.
               —Quizá  —aceptó  Paul—.  O  quizá  no.  A  veces  la  superstición  tienen  extrañas

           raíces y extrañas ramificaciones.
               —Tenéis un plan —dijo Kynes—. Esto es obvio… Señor.
               —¿Vuestros Fremen podrían aportarme una prueba positiva de que los Sardaukar

           están aquí con uniformes Harkonnen?




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