Page 90 - Dune
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seguridad, el respiro que necesitamos. Hawat necesita de cuantos hombres puedas
proporcionarle… hombres que no duden en manejar el cuchillo si es necesario.
—Puedo proporcionarle trescientos de los mejores —dijo Halleck—. ¿Dónde
debo enviárselos?
—A la puerta principal. Hawat tiene allí un agente esperándolos.
—¿Debo ocuparme de ello inmediatamente, Señor?
—Dentro de un momento. Tenemos otro problema. El comandante del campo
bloqueará la partida del transbordador hasta el alba con algún pretexto. El gran
crucero de la Cofradía que nos trajo hasta aquí se ha ido ya, y este transbordador tiene
que entrar en contacto con un transporte que espera una carga de especia.
—¿Nuestra especia, mi Señor?
—Nuestra especia. Pero la nave llevará también a algunos de los cazadores de
especia del antiguo régimen. Han optado por irse tras el cambio de feudo, y el Arbitro
del Cambio lo ha permitido. Son trabajadores valiosos, Gurney, cerca de ochocientos
de ellos. Antes de que el transbordador parta, tenemos que persuadir a algunos para
que se enrolen con nosotros.
—¿Hasta qué punto debemos presionar la persuasión, Señor?
—Quiero que cooperen voluntariamente, Gurney. Esos hombres tienen la
experiencia y la habilidad que necesitamos. El hecho de que quieran irse sugiere que
no forman parte de las maquinaciones de los Harkonnen. Hawat piensa que puede
haber alguno de ellos infiltrado en el grupo, pero Hawat ve asesinos en cada sombra.
—En su tiempo, Thufir descubrió algunas sombras particularmente pobladas, mi
Señor.
—Y hay algunas otras que no ha visto. Pero creo que implantar agentes invisibles
en esa multitud que se marcha hubiera sido una prueba insólita de imaginación por
parte de los Harkonnen.
—Es posible, Señor. ¿Dónde están esos hombres?
—Abajo, en el nivel inferior, en la sala de espera. Sugiero que desciendas y
cantes primero una o dos canciones para ablandar sus mentes, y luego ejerzas un poco
de presión. Puedes ofrecer puestos de mando a los más cualificados. Ofrece un veinte
por ciento más de lo que recibían de los Harkonnen.
—¿Tan sólo eso, Señor? Conozco lo que pagaban los Harkonnen. Y con hombres
que tienen la liquidación de sus pagas en el bolsillo y desean irse a otros horizontes…
bien, Señor, un veinte por ciento no me parece un atractivo suficiente para inducirles
a quedarse aquí.
—Entonces utiliza tu propia discreción en cada caso particular —dijo Leto
impacientemente—. Pero recuerda que el tesoro no es un pozo sin fondo. Mantente
dentro del veinte por ciento en la medida de lo posible. Necesitamos especialmente
conductores de especia, meteorólogos, hombres de las dunas… cualquiera que tenga
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