Page 96 - Dune
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—Una caravana de contrabandistas abandonó el sietch donde se hallaba Idaho
con un pesado cargamento de especia. Usaban bestias de carga y parece que iban a
emprender un viaje de dieciocho días.
—Parece —dijo el Duque— que los contrabandistas han redoblado sus
operaciones durante este período de desórdenes. Y esto lleva a una reflexión. No
conviene ocuparse mucho de las fragatas sin licencia que operan a lo largo del
planeta… siempre lo han hecho. Pero hay algunas que escapan por completo a
nuestra observación… y esto no es bueno.
—¿Tenéis un plan, Señor? —preguntó Hawat.
El Duque miró a Halleck.
—Gurney, deseo que tomes el mando de una delegación, una embajada si
prefieres llamarla así, para contactar a esos románticos hombres de negocios. Diles
que ignoraré sus operaciones durante tanto tiempo como me entreguen el diezmo
ducal. Hawat ha calculado que los mercenarios que han debido contratar para poder
seguir sus operaciones les cuestan cuatro veces esa suma.
—¿Y si el Emperador llega a saber esto? —preguntó Halleck—. Es muy celoso
de sus beneficios de la CHOAM, mi Señor.
Leto sonrió.
—Oficialmente pondremos íntegramente este diezmo a nombre de Shaddam IV, y
lo deduciremos legalmente de la suma que nos cuestan nuestras fuerzas de apoyo.
¡Dejemos que los Harkonnen respondan a esto! Así conseguiremos arruinar a algunos
de los que se han enriquecido con el sistema Harkonnen de tributos. ¡No más
ilegalidad!
Una retorcida sonrisa asomó al rostro de Halleck.
—Ah, mi Señor, un hermoso golpe bajo. Me gustaría ver la cara del Barón
cuando lo sepa.
El Duque se volvió hacia Hawat.
—Thufir, ¿tienes esos libros de cuentas que me dijiste podías comprar?
—Sí, mi Señor. Los estamos examinando detalladamente. Pero ya les he dado una
ojeada, y puedo daros una primera aproximación.
—Adelante pues.
—Los Harkonnen realizan un beneficio de diez mil millones de solaris cada
trescientos treinta días estándar.
Se alzaron sofocadas exclamaciones alrededor de toda la mesa. Incluso los
ayudantes más jóvenes, que hasta aquel momento se habían mostrado vagamente
aburridos, se irguieron intercambiando estupefactas miradas.
—«Puesto que chuparán la abundancia de los mares y los tesoros escondidos en la
arena» —murmuró Halleck.
—Así pues, señores —dijo Leto—, ¿hay alguno entre ustedes que sea tan ingenuo
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