Page 97 - Dune
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como para creer que los Harkonnen han hecho su equipaje y se han ido simplemente
porque el Emperador se lo ha ordenado?
Todas las cabezas se inclinaron en un murmullo general de asentimiento.
—Tendremos que ganar este planeta con la punta de la espada —dijo Leto. Se
volvió hacia Hawat—. Este es el momento preciso para hablar del equipamiento.
¿Cuántos tractores de arena, recolectores, factorías de especia y material de equipo
nos han dejado?
—La totalidad, como está registrado en el inventario Imperial presentado al
Arbitro del Cambio, mi Señor —dijo Hawat. Hizo un gesto, y uno de sus ayudantes
más jóvenes le pasó un dossier que abrió sobre la mesa, ante él—. Se han olvidado de
precisar que menos de la mitad de los tractores de arena están en condiciones de
funcionar, y que tan sólo un tercio disponen de alas de acarreo para ser llevados hasta
las arenas de especia… todo lo que nos han dejado los Harkonnen está a punto de
desmoronarse y deshacerse en piezas. Podremos llamarnos afortunados si
conseguimos que la mitad del equipo funcione, y muy afortunados si una cuarta parte
de esta mitad sigue funcionando aún dentro de seis meses.
—Exactamente lo que esperábamos —dijo Leto—. ¿Cuál es la estimación
definitiva acerca del equipamiento de base?
Hawat consultó su dossier.
—Alrededor de novecientas factorías recolectoras podrán ser enviadas dentro de
pocos días. Alrededor de seis mil doscientos cincuenta ornitópteros para vigilar,
explorar y observar… alas de acarreo, un poco menos de mil.
—¿No sería más económico volver a abrir las negociaciones con la Cofradía y
obtener el permiso para instalar una fragata en órbita que hiciera las veces de satélite
meteorológico? —dijo Halleck.
El Duque miró a Hawat.
—¿Nada nuevo por este lado, Thufir?
—Por ahora debemos buscar otras soluciones —dijo Hawat—. El agente de la
Cofradía no tenía intención de negociar con nosotros. Simplemente puso en claro, de
Mentat a Mentat, que el precio estaría siempre por encima de nuestras posibilidades
fuera cual fuese la cifra que estuviéramos dispuestos a desembolsar. Nuestra tarea
ahora es descubrir el porqué antes de intentar un nuevo acercamiento.
Uno de los ayudantes de Halleck, al extremo de la mesa, se removió en su silla y
exclamó bruscamente:
—¡Esto es injusto!
—¿Injusto? —el Duque miró al hombre—. ¿Quién habla de justicia? Estamos
aquí para hacer nuestra propia justicia. Y lo conseguiremos en Arrakis… vivos o
muertos. ¿Lamentáis haberos ligado a nuestra suerte, señor?
El hombre miró a la vez al Duque y dijo:
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