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bolsas de arena y agua. El mismo día del hundimiento, una cadena de televisión realizó tres entrevistas; la primera con el gerente municipal de Urbanismo en su despacho; una segunda a un concejal de Izquierda Unida, entonces en la oposi- ción, creo recordar se apellidaba Franco, y la tercera entrevista a un servidor, en la escalinata de la basílica de San Miguel. El edificio había resultado fuertemen- te lastimado durante la Guerra Civil; el propietario pedirá que en la restaura- ción quede como puerta principal la que había sido del hospital conocido como de La Latina, entonces despiezado en Alma- cenes Municipales. El Ayuntamiento se opondrá, alegando no ser el propietario. Años después se llevará junto a la Escuela de Arquitectos, quedando en la calle de Toledo una réplica.
La iglesia de San Miguel fue antes igle- sia de San Justo; la advocación al santo Ángel recuerda la primitiva Iglesia de San Miguel, muy cerca del mercado de ese nombre. En el Fuero de Madrid de 1202 ya entendía el Concejo que la ciudad había crecido demasiado y para su buen
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gobierno precisaba considerar 10 áreas (los actuales distritos), y como ese térmi- no aún no había entrado en el lenguaje, necesidad hubo de inventar un termino con el que anotar aquellas 10 áreas. El término genérico será “colaciones”, y el nombre de cada colación, el de su parro- quia principal.
IGLESIA DE SAN MIGUEL
La colación número 6 será la de San Miguel, haciendo referencia a la iglesia por donde se encontraba el mercado de ese nombre, ya en 1202. La actual iglesia, de estilo barroco, se levanta entre 1739 y 1745, bajo proyecto de Santiago Bonavia, iniciada por Teodoro de Ardemans y concluida por Virgilio Rabaglio. En 1984 será declarada Monumento Histórico Nacional. En 1892 fue cedida a la Santa Sede, adscribiéndola el Papa León XIII a la Nunciatura en España. En 1930 Pío XI la declarará Basílica Menor y en 1959 fue transferida a la Prelatura del Opus Dei.
Conveniente volver la vista a la Casa de Cisneros, donde entre otros persona- jes, tuvieron su residencia el conde de
Romanones, que en ella nació en 1845; el general Narváez, que fallece en 1868, el marqués de Polavieja y que será sede de la embajada de Austria.
De la plaza del Cordón arranca la calle del Conde. Frente al número 3, un des- tacado ensanchamiento, ya reflejado en el plano de Pedro de Teixeira de 1656. Ensanchamiento, como tal, amplio, casi cuadrado, declarado desde la Planime- tría General de Madrid (años 1739-1745) como plazuela de San Javier. La fachada del fondo tiene entrada desde el núme- ro 7 de la calle del Rollo. La fachada a la derecha es la trasera del solar que ocupó el palacio de Revillagigedo, con entrada por la calle del Sacramento, en la actualidad oficinas municipales. Una lápida recuerda que aquí vivió Eugenio d’Ors Rovira. Y la de la izquierda tiene el único número de la plazuela, el núme- ro 2. En esta plaza transcurren varios episodios de la zarzuela Luisa Fernanda. En el número 3 de la calle del Conde estuvo el Mesón de San Javier, donde se alojaba Luis Candelas. Don Manuel Montero Vallejo, un gran historiador medievalista, gran amigo y compañero en varias instituciones, nos contaba cómo en el subsuelo del contorno de esta plazuela, posiblemente la de más reducidas dimensiones de Madrid, había visto vestigios de una posible segunda muralla árabe.
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1. Estatua dedicada al lector, en la fachada de la Biblioteca Municipal Iván de Vargas, calle de San Justo.
2. Vista de la estrecha e irregular calle del Cordón.
3. y 5. Lápida dedicada a Eugenio d’Ors Rovira (en el
número 4 de la Plaza del Cordón) y su descubrimiento, en 1959.
4. Calle del Sacramento desde la plaza del Cordón, donde destaca la entrada a la Casa de Cisneros.
2020 Primavera
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