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Historias de Madrid
PLAZA DEL CORDÓN Y PLAZUELA DE SAN JAVIER
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detenciones. Las embajadas lo comuni- carán a sus respectivos gobiernos. Que los secretos de Estado se conocieran en las cancillerías desatará nervios. La de Éboli, miembro de una familia con varias generaciones de amistad con la Casa Real, y el secretario del rey, eran oficialmente declarados traidores. Juan de Escobedo, secretario de Juan de Austria, casualmen- te se encontraba en Madrid. Se sabrá que el secretario de Juan de Austria había advertido a la de Éboli de que no eran prudentes sus relaciones con Antonio Pérez y había amenazado con informar al rey. El secretario del rey se defenderá acusando a Escobedo de turbios manejos en detrimento de la Hacienda española y, puestos a acusar, acusa a Juan de Austria – que luchaba en Flandes–, de pretender hacerse con una corona en aquellas tie- rras. Puede que el rey aceptara aquellas acusaciones y, por “razones de Estado”, Juan de Escobedo será ajusticiado. Anto- nio Pérez, tras sufrir prisión en Torrejón de Velasco, antes junto a la Puerta Cerra- da, en casa de Pedro Zapata, y después en la Torre de Pinto, vuelve junto a la plaza del Cordón, ahora a la Casa de Cisneros.
PLAZA DEL CORDÓN
La plaza del Cordón, atravesada por la calle del mismo nombre, es enlace entre la calle del Sacramento y la de San Justo y tiene su inicio la del Doctor Letamen- di. Esta última calle tomó el nombre del palacio del Doctor Letamendi, edificio que fue propiedad de Iván de Vargas y donde trabajaba Isidro de Merlo (San Isidro). Su fachada estaba declarada de interés y pre- vista su conservación. No profundizaron en catas superiores a lo marcado por la legislación y aun estando apuntalada, la fachada se hundió, presumiblemente por
LAS INTRIGAS DE ANTONIO PÉREZ, SECRETARIO DE FELIPE II, Y DE LA PRÍNCESA DE ÉBOLI, UNIDAS A LA PLAZA DEL CORDÓN
de la Casa de Cisneros. En el coche que le lleva, numerosas carpetas y legajos, algo rutinario en su trabajo, que pondrá luego en orden a su manera. Carpetas y legajos que son guardados en cofres, algunos en lugares discretos, a resguardo de posibles curiosos. Un mensajero traerá más carpe- tas, aquellas que el rey ha terminado de consultar. Antes de la medianoche llaman a la puerta. Una visita poco grata para el secretario Pérez. Álvaro García de Toledo, el alcalde de Casa y Corte, acompañado por un buen número de alguaciles, se pre- senta con orden de detener al secretario del Rey, acusado de traición al Estado. Se registra la casa y sin duda el traidor había sido traicionado, pues será fácil localizar los cofres escondidos. Queda preso en su casa, acompañado por un retén de alguaciles que, con éxito, continúan la
búsqueda de más escondites. Antonio Pérez tenía preparado un pasadizo para huir, pasadizo que comunicaba con la igle- sia de los santos Justo y Pastor. Pero allí le esperan otros alguaciles. A la hora en que Pérez era detenido, Rodrigo Manuel de Villena, comendador de la Orden de Santiago y capitán de la Guardia del Alcá- zar, en compañía del almirante de Casti- lla, se personaban en la residencia de la princesa de Éboli, en la actual calle de la Almudena, entonces calle del Camarín de Nuestra Señora, a espaldas de la iglesia de Santa María (en la calle Mayor, donde en la actualidad está el Instituto de Cul- tura Italiana).
La princesa es acusada de estar en com- binación con el secretario del Rey. Será encerrada en la Torre de Pinto. Pronto se extenderá por España la noticia de ambas
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Primavera 2020
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