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en vitrinas y ordenados por temas. “Fue también la primera biblioteca real pública y respondía a las peticio- nes de diferentes intelectuales, que señalaron la necesidad de poseer una que reuniera los tesoros dispersos en bibliotecas privadas”, explica Joaquín Álvarez Barriento, investigador y coau- tor de la Guía histórica de las bibliote- cas de Madrid. “La identidad se fijaba también desde la cultura”, asegura.
La importancia de La Escurialense no decayó hasta la llegada de los Bor- bones y la creación de la Real Biblio- teca, antecedente de la imponente Biblioteca Nacional de Madrid. Para esta última se construyó un auténtico palacio de estilo neoclásico, inaugura- do en 1896 y hoy monumento nacional.
Aunque de dimensiones bastante más reducidas que la Nacional, son muchas las bibliotecas de los siglos
XVIII y XIX que se conservan en Madrid con sus libros bellamente encuadernados, ya sean las de las rea- les academias o las de algunos museos u otras instituciones. La más impor- tante probablemente se encuentre en el Ateneo Científico y Literario, que desde 1884 se ubica en la calle del Pra- do. Por sus salas de lectura con sus muros cubiertos de libros, hoy desgas- tados por el uso, han pasado importan- tes políticos, muchos de ellos ligados a la masonería, y escritores de la talla de Azorín, Emilia Pardo Bazán o Miguel de Unamuno.
Otra joya, que data ya de comienzos del siglo pasado, es la biblioteca neo- gótica del Casino de la calle de Alcalá, realizada en hierro forjado, al igual que la del Senado, para evitar los temidos incendios. En ella se dijo que se habían rodado escenas de la película El nombre
LA BIBLIOTECA RENACENTISTA DEL MONASTERIO DE EL ESCORIAL CONSTITUYÓ TODO UN MODELO
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EN SU ÉPOCA QUE SE MANTUVO HASTA
EL SIGLO XIX