Page 19 - Boletín CIMAT julio 2021
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  sin tierra con los grupos terratenientes en la zona de riego del Río Dulce, en Santiago del Estero, Argentina, bajo la supervisión de David Maybury-Lewis y Raymond Carr.
Su presencia ha sido clave para la creación de programas de formación en estudios de la ciencia y la tecnología en diversos países de América Latina. Actualmente es investigadora emérita del Instituto Venezolano de Investigaciones Científicas y del Sistema Nacional de Investigadores de México. Además, está asociada como investigadora principal al Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET) en Argentina.
Vessuri ha dedicado mucho tiempo a comprender los procesos de institucionalización de la ciencia y el trabajo que realizan las y los científicos en la región. En la búsqueda de respuestas se ha preguntado, por ejemplo, si la curiosidad en el ámbito científico está ligada a resolver problemas de injusticia social. Y afirma categórica: “tenemos más ciencia de la que creemos para resolver problemas”.
Fuiste de las primeras mujeres en formar parte de un campo de pensamiento nuevo en América Latina. ¿Cómo se da tu regreso a Argentina y cuáles son esos primeros pasos que te vinculan con la vida académica en la región?
Mientras hacía mi doctorado en antropología social trabajaba en Canadá y en los meses del verano hacía mi trabajo de campo en Argentina. Hacia el final tuvimos una reunión de trabajo en Santiago del Estero con investigadores establecidos en la región, y ahí conocí al amor de mi vida. Nos conocimos, fue un flechazo y yo decidí volver a Argentina, tan simple como eso.
De regreso en Argentina trabajé en la Universidad Nacional de Tucumán y ahí me ofrecieron el cargo de directora del Centro de Investigaciones Sociales de la Universidad. Fueron unos años realmente hermosísimos donde se combinaron una historia de amor muy linda, el trabajo muy intenso en la universidad y en el campo, y la culminación de mi tesis de doctorado.
En diciembre de 1974 una de las acciones represivas tempranas después de la muerte de Perón fue contra un programa de organización social del trabajo del Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria (INTA) -donde trabajaba mi esposo- en Tucumán. A mi
marido lo tomaron preso, junto a otros compañeros también investigadores y técnicos del INTA, los pusieron a disposición del Poder Ejecutivo Nacional, y los trasladaron por varias cárceles en distintas provincias. Yo levanté nuestra casa, renuncié a la universidad y empecé a trabajar en otras cosas, como traducciones, hasta que decidí que teníamos que irnos, pues aquello era insoportable. No me gustaba vivir de esa manera y conseguí que le dieran a mi esposo la opción constitucional de viajar a un país que no fuera limítrofe con Argentina, y así es como nos fuimos a Venezuela.
¿Qué pasa cuando llegas a Venezuela?
Me ofrecen ingresar al Centro de Estudios del Desarrollo (Cendes), que era un centro muy interesante de investigación social porque se enfocaba en estudios del desarrollo, tema que me interesaba muchísimo. El área en la cual me invitaron a participar era la de política y planificación de la ciencia y la tecnología. Ahí había ingenieros y economistas, fundamentalmente ingenieros, muy preocupados por temas de innovación y desarrollo tecnológico.
Me propusieron armar un posgrado de Política y Planificación de la Ciencia y la Tecnología y me puse a estudiar ahí mismo. Se me abrió todo un panorama, y junto con las lecturas que estaba haciendo empecé a descubrir el potencial de esos temas que yo intuía años antes cuando había pensado en trabajar sobre la tecnología de la industria azucarera. Ahora la cuestión se ampliaba y podía verla desde la perspectiva del desarrollo, pero enfocándome en los temas de ciencia y tecnología.
Así fue como empecé a armar ese programa con los ingenieros y percibí que la temática del desarrollo se tomaba un poco unilateralmente, como transferencia de tecnología. A mí me interesaban otros problemas más allá de la dimensión económica del tema. Quería entender qué pasaba con los actores sociales, cómo vivían el hecho tecnológico y qué otras dimensiones socioculturales e históricas había del problema.
¿Por qué te interesaba este enfoque?
Sentía que al menos un área dentro del campo de estudio de la innovación tenía que ser sobre las dimensiones sociales del cambio técnico y del cambio en la ciencia, para entender cómo funciona la cultura científica, en particular en una región con tanta heterogeneidad interna como América Latina.
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