Page 42 - Cuentos para el científico que llevas dentro
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independientemente de la fecha del año. El problema era evidente: sólo había dos cajeros atendiendo a toda la multitud.
–Pobres. Desperdiciar la mañana haciendo fila –se dijo mientras mostraba su identificación al joven de seguridad.
A la hora de la comida, él y sus amigos decidieron ir al restaurante más cercano y ahorrarse el congestionamiento de los trabajadores de lunes por la tarde. En el camino, Santiago se asombró al ver que la cantidad de personas en el banco no había disminuido. Se preguntó por qué continuaban los cajeros que habían comenzado la jornada. No sabía de quién compadecerse más, si de los clientes o de los cajeros.
–Qué complicado debe ser si alguno de ellos tiene hambre. No me quiero imaginar –pensó, dejando atrás a la desafortunada clientela.
Al llegar al restaurante, se sorprendió al ver que estaba repleto: había una fila muy larga para ordenar y otra más grande para recibir la comida. Desde que un periódico local realizó una buena reseña de su comida estaba mucho más concurrido. Ante esto, él sólo podía pensar en lo hambriento que estaba. Después de esperar más de media hora, pudo ordenar y, posteriormente, comer. De camino a la oficina, Santiago recordó a los dos cajeros. Pensó en la confortante tarde que tendrían después de haber atendido a todos esos clientes, quienes sólo tenían en mente finalizar sus transacciones e ir a casa a disfrutar de una buena comida. Cuál sería su sorpresa al ver que en el banco aún había personas por atender.
–Pobres cajeros, hoy ya no comieron –pensó mientras la puerta del elevador se cerraba.
Al final de la jornada, regresó a casa, y sí, de nuevo pasó por esa avenida odiosa. Susana ya lo esperaba, ya que era una tradición ir los lunes por la noche al cine. Santiago, con cara de fastidio, se puso algo más cómodo y se fueron. Al llegar, notaron que el cine estaba repleto de gente. La razón: la visita de un club de fans que iba a ver por vigésima vez la proyección de “Turry Toter y las Maravillas de los Brujos”. Al ver esta situación, Santiago se conmocionó y dijo:
–¡Susana! Ya me cansé de hacer fila. 42