Page 11 - Boletín CIMAT julio 2019
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¿Cómo era en los años 70 estudiar física en Cuba?
Realmente empecé a estudiar física en 1968. Soy holguinera (ciudad del norte-oriental de Cuba) y desde el preuniversitario siempre fui monitora de esa disciplina, por lo tanto, cuando tuve que elegir la carrera dije: ¡física! Tenía, además, un tío que era graduado de Pedagogía en la especialidad de física. Ahí tenía un patrón de referencia; de otro lado, mi madre y toda una pléyade de primas y hermanas de mi madre eran maestras. Subí la escalinata de la Universidad de La Habana en 1968 y me matriculé en física. Aquello era como un reto. Al segundo año me di cuenta que debía haber estudiado matemática porque me iba mucho mejor en todas las asignaturas que tenían que ver con esa materia. Pero también con ese espíritu conservador, de niña aplicada, dije: empecé física, pues termino física.
¿Cómo era el contexto? ¿Era la única mujer?
No, que va, había otras muchachas. Esos años fueron muy interesantes. Uno subía la escalinata y se matriculaba en lo que quería. No había pruebas de ingreso. Había una Residencia Estudiantil maravillosa. Fue un gran privilegio. El primer día de clases de física éramos más de 100 alumnos en un aula enorme. Solo terminamos 25. Yo era muy estudiosa. Desde segundo año fui alumna ayudante; a los estudiantes un año menor que yo le impartía seminarios y clases de problema. El profesor impartía las conferencias.
En esa época no se hablaba de género, pero cuando triunfa la Revolución, había una vocación muy grande de incluir a todo el mundo, el chino, el negro, la mujer, cuando ni el término género, ni el término inclusión social se usaban. Date cuenta de que en 1961, cuando se hace la Campaña de Alfabetización de seis millones de cubanos, un millón era analfabeto. Por cierto, yo fui alfabetizadora con 11 años. Alfabeticé a cinco personas en Holguín como alfabetizadora popular. Ya te digo se abrieron las puertas de la universidad para todo el mundo, todo el que quisiera estudiar.
Cuando terminé la carrera se hizo una selección, un grupo se quedaba en la Facultad de Física, y otro grupo iba para el Instituto de Física Nuclear que se había fundado en 1971. Hicieron una captación de 10 para física nuclear. Y ahí estábamos yo y mi esposo. Cuando en Cuba nadie hablaba de maestría, en 1976, yo estaba defendiendo una maestría en física nuclear. El tema era física de neutrones y cálculo de reactores
nucleares porque ya estaba el plan de que en Cuba íbamos a tener una central átomo-eléctrica.
¿De qué se ocupa su área de investigación? ¿Cómo tributa a la ciencia aplicada?
En muchas esferas de la ciencia, muchos fenómenos se modelan con ecuaciones matemáticas. Por ejemplo, ¿cómo se calcula la trayectoria de huracanes?, con unas ecuaciones. ¿Cómo se calculó el domo de la Ciudad Deportiva? Fue trabajo de los ingenieros civiles, con un modelo matemático. ¿Cómo se hizo el puente de Bacunayagua, considerado una de las siete maravillas de la ingeniería civil cubana?, calculando las fuerzas de tensión, carga y del viento. Todo eso son ecuaciones que yo puedo resolver. Los cálculos de ecuaciones diferenciales se aplican a la meteorología, la cinética química; por ejemplo, si inyectas un fármaco, cómo se va distribuyendo. Eso es cinética, entonces es un sistema de ecuaciones.
¿Qué aprendizajes le ha dejado el estudio del género en la ciencia, durante más de 20 años? ¿Cómo entré en las cuestiones de género?
Porque observé que ya no solo en Cuba, sino en el mundo, había muy pocas mujeres físicas o matemáticas. En los años 90 comencé con este tema, aunque debo aclarar, no soy experta en género. No soy científica social, pero sí con esa preocupación me empecé a acercar al género. A aprender qué cosa es género, que es una definición cultural, que no viene dada por la biología. Siempre me llamaron la atención las metáforas que usan las expertas en género y yo comencé a coleccionarlas. La primera: “techo de cristal”. Las especialistas en género lo explican de una forma, pero para mí -que soy física-matemática- es que todas las mujeres vemos un techo de cristal, arriba está el poder, abajo estamos nosotras, para llegar chocamos con ese techo de cristal. Otra metáfora es “piso pegajoso”: la mujer que no quiere dejar el suelo, no aspira a nada más. También está “círculo de terciopelo”, aquella idea de que la mujer debe ser protegida, porque claro el mundo está hecho con el poder de los hombres.
Durante 8 años fui directora de ciencias en el Ministerio de Ciencia Tecnología y Medio Ambiente de Cuba, en un contexto donde hubo transformaciones y fortalecimiento de la Academia de Ciencias, y me dijeron: como a ti lo que te gusta es fomento de la ciencia y divulgación de la ciencia, ve para allá, para la
  Las Matemáticas también empoderan a las Mujeres
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