Page 8 - Alejandro Casona
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llame el "F-48". Pero aquí dentro, entre compañeros...
HELENA.
Es mejor que nadie sepa el nombre de nadie. Puede prestarse a
indiscreciones peligrosas.
PASTOR.—(Ofendido.)
¿Piensa que yo soy un delator?
HELENA.
Ni remotamente. Pero, ¿que pasaría si alguno de los nuestros, por
una torpeza, cayera en manos de la policía? ¡Toda la organización
descubierta !
PASTOR.—(Se levanta convencido.)
Ni una palabra más. ¿A qué hora llega ese maldito barco?
HELENA.
¿Por qué maldito?
PASTOR.
Quiero decir, ese dichoso barco.
HELENA.
¿Por qué dichoso? No lo diga con ese gesto. Sonría. Una buena
sonrisa es la mitad de nuestro trabajo.
PASTOR.
Está bien. (Con una sonrisa que no le sale.) ¿A qué horas deben llorar
esos muchachos noruegos oyendo las viejas canciones de su país?
HELENA.
Así, muy bien. (Consulta su reloj). A las once. Tiene usted cuarenta
minutos. (El Pastor enciende las luces del espejo y se sienta a
maquillarse. Uno de los libros se ilumina tres veces con una luz roja,
al mismo tiempo que se oyen tres llamadas sordas de chicharra. Una
parte de la librería comienza a abrirse lentamente hacia adentro
descubriendo una entrada secreta. Pasa el ilusionista; un tipo
humildemente estrafalario, con una gran carrik anacrónica o levita
larga. Trae en la mano un racimo de globos infantiles. La puerta se
cierra sola tras él.)
HELENA, PASTOR, ILUSIONISTA
ILUSIONISTA.