Page 50 - Cartas a Jóvenes Enamorados (1987)
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                    Lo que tienes que hacer es entregarte sin reservas en las manos
               de Jesús—todas tus experiencias, todas tus tentaciones, todas tus
               pruebas, todos tus impulsos—y permitir que el Señor te moldeé como
               la arcilla es modelada en las manos del alfarero. No te perteneces y,
               por lo tanto, es necesario que entregues tu yo ingobernable en las
               manos de quien es capaz de conducirte. Entonces vendrá a tu alma

               reposo, precioso reposo y paz.
                    Belia, no es demasiado tarde para que lo erróneo sea corregi-
               do. No es demasiado tarde para asegurar tu vocación y elección.
               Puedes ahora comenzar a trabajar sobre el plan de adición. Añade
               a tu fe virtud, conocimiento, temperancia, paciencia, y toda gracia

               cristiana. Todo lo demás perecerá en el gran día de la conflagración,
               pero el oro de un carácter santo perdurará. No conoce deterioro.
               Soportará la prueba de los fuegos del último día. Mi querida niña,
               deseo que recuerdes que “Dios traerá toda obra a juicio, juntamente
        [44]   con toda cosa encubierta, sea buena o sea mala”. Eclesiastés 12:14.
                    ¿Qué estás haciendo, Belia? Desde que decidiste rechazar todo

               consejo, toda advertencia, ¿has estado creciendo con un carácter
               firme y bien desarrollado? ¿O has encontrado que al escoger tus
               propios caminos, has traído sobre ti misma inquietud, perplejidad y
               tristeza?
                    ¿Por qué no escuchas los consejos de tus padres? Delante de

               ti está el sendero que conduce a la ruina certera. ¿No te volverás
               mientras puedas hacerlo? ¿No buscarás al Señor mientras que la
               dulce voz de la misericordia te invita a hacerlo, o insistirás todavía
               en seguir tu propio camino? El Señor se compadece de ti. El Señor
               te invita. ¿Vendrás?
                    El Señor te ayude a tomar la decisión de ser enteramente suya.

                    Te escribo porque te amo.


                                                                          Ellen G. White


                                                                           Carta 51, 1889.
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