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Lo que





                                                           la covid





                                                           nos quitó









          En el campo





          de batalla                                                                                     ©Freepik





             on las once de la noche. Laura lleva trabajando nueve   Se tuvo que cortar el pelo para que le supusiera menos es-
          Shoras seguidas en el Hospital Central, donde es enfer-  fuerzo cubrirse la cabeza. Le costó tanto acostumbrarse a
          mera desde hace doce años. Desde que empezó la pandemia,   la nueva indumentaria… Al calor infernal, a comunicarse a
          los turnos de ocho horas son solo un recuerdo.      gritos con las compañeras, a la falta de visión por culpa del
                                                              sudor que empaña las gafas…
          Su vida, como la de millones de personas en todo el mundo,
          ha cambiado,  y de qué manera… Ahora ya no puede ver y   Con el tiempo se ha ido adaptando poco a poco a esta situ-
          mucho menos besar a sus gemelas. Se tiene que conformar   ación tan irreal, pero lo más desesperante es el insomnio que
          con verlas a través de una pantalla de ordenador. Para pro-  la tiene secuestrada. Muchas de sus compañeras ya han em-
          tegerlas, se ha tenido que aislar. Ha alquilado un piso en el   pezado a tomar ansiolíticos, ella no, ella necesita estar aler-
          mismo barrio donde vivía antes para sentirlas cerca.  ta, quiere que sus hijas se sientan orgullosas de su madre.

          Le da las gracias a Dios por contar con su hermana que se   Siente un cansancio infinito y  ha incumplido el protocolo al
          ha trasladado a su casa para cuidar de ellas. Su ex marido   no haberse tomado la temperatura cuando empezó su turno,
          no puede hacerlo porque la pandemia le ha pillado fuera de   hay demasiadas personas que la necesitan. Tiene que aliviar
          España. Una vez más tendrá que decepcionarlas, mañana les   su sufrimiento, tiene que consolar a los mayores que nunca
          dirá que no podrá estar con ellas en su décimo cumpleaños.  volverán a ver a sus hijos y a los hijos que no volverán a ver a
                                                              sus padres. Ningún familiar les cogerá la mano en el último
          En este momento, mientras se toma un café y unas galletas   momento...
          que no le saben a nada, recuerda cómo fueron los primeros
          días de esta pesadilla. Todo era confusión y órdenes contra-  Se limpia las lágrimas con rabia, se levanta de la silla, se lava
          dictorias...                                        las manos siguiendo el ritual obligatorio, se pone la bata im-
                                                              permeable, a continuación la mascarilla, las gafas, y por úl-
          En poco más de una semana, el hospital se convirtió en un   timo se pone los guantes asegurándose de que cubran bien
          campo de batalla. El miedo se extendió como una sombra   el puño.
          que iba apagando risas y almas.
                                                              Ya está lista para partir hacia el campo de batalla. La noche
          No había material, ella y sus compañeras tuvieron que de-  va a ser dura, lo sabe. Respira hondo y sale de su trinchera.
          fenderse como podían, pagaron su propio equipo de protec-
          ción. Incluso recurrieron a las socorridas bolsas de basura                       Marisol Ruiz Sacristán
          para ponérselas a modo de bata.







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