Page 100 - Droysen, Johann Gustav - Alejandro Magno
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92 SEGUNDA RENOVACION DE LA LIGA CORINTIA
nios. Alejandro ordenó que fuesen respetados también la casa y los descendien
tes de Pindaro. Después de esto, se vendieron y repartieron por el mundo
entero 30,000 seres de todas las edades y condiciones sociales, se derruyeron las
murallas de la ciudad y se desmantelaron y destruyeron sus casas. El pueblo de
Epaminondas había dejado de existir, su ciudad no era ya más que un montón
de escombros, “el cenotafío de su fama”; una guardia de soldados macedonios
apostados en lo alto de la ciudadela ahora solitaria velaba sobre los templos y
las “tumbas de los vivos” .
La suerte de Tebas no podía ser más trágica; hacía apenas una generación
que había tenido la hegemonía de la Hélade, que sus huestes sagradas habían
liberado a la Tesalia y habían llevado a sus caballos a abrevar en las aguas del
Eurotas; ahora, había sido borrada de la faz de la tierra. Los griegos de todos
los campos y partidos son inagotables en sus lamentaciones sobre la suerte que
le estaba reservada a Tebas e injustos, no pocas veces, para con Alejandro,
en cuyas manos no estaba salvarla. Más adelante, cayeron en su poder como prisio
neros de guerra muchos tebanos entre las huestes de mercenarios del Asia, y
siempre los trató con magnanimidad; incluso ahora, apenas terminada la feroz
lucha, procedió del mismo modo. Cuenta que llevaron ante él a una joven te-
bana, prisionera y cargada de cadenas; su casa había sido destruida por los tracios
del ejército de Alejandro y su persona mancillada por sus cabecillas; después, le
habían preguntado, entre feroces amenazas, dónde guardaba sus .tesoros; la pri
sionera llevó a un tracio junto a un pozo escondido entre unos matorrales y le
dijo que los había arrojado allí, y cuando el tracio estaba en el fondo del pozo,
buscándolos, dejó caer piedras sobre él hasta que lo mató. Los compañeros del
muerto la llevaban ahora ante el rey para que éste dijese qué pena había de apli
cársele; la joven declaró que era Timoclea, hermana de aquel Teágenes que había
muerto en Queronea, luchando como general contra Filipo y en defensa de las
libertades de los helenos. Si el relato es digno de crédito, no lo es menos su
desenlace: Alejandro ordenó que aquella valerosa mujer fuese perdonada y que
tanto a ella como a sus parientes se les otorgase la libertad.
SEGUNDA RENOVACIÓN DE LA LIGA DE CORINTO
La caída y la destrucción de Tebas no eran precisamente los hechos más
apropiados para robustecer el fugaz entusiasmo guerrero de los helenos. Los
gobernantes de la Elida apresuráronse a invitar a que retornasen a sus ciudades
los partidarios de Alejandro, a quienes habían desterrado; los de la Arcadia orde
naron que regresaran a sus tierras las huestes guerreras detenidas en el istmo y
condenaron a muerte a quienes habían propiciado aquella expedición militar
contra Alejandro; las tribus etolias enviaron embajadores al rey y le pidieron
perdón por sus actos anteriores. Y lo mismo aconteció en otros sitios.
Los atenienses habían dejado que los emigrados tebanos regresasen a su
ciudad, a pesar del juramento federal prestado en Corinto, y a propuesta de