Page 98 - Droysen, Johann Gustav - Alejandro Magno
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90 SEGUNDA EXPEDICION A GRECIA
Su súbita aparición trajo como primer resultado el que las tropas auxiliares
de la Arcadia no se atreviesen a cruzar el istmo, el que los atenienses acordaran
no enviar sus contingentes hasta ver qué giro tomaba la batalla contra Alejan
dro, el que los orcomenios, los píateos, los terpíos, los focenses y otros enemigos
de los tebanos, que se creían ya a merced de la furia de sus antiguos opresores,
se uniesen a los macedonios con redoblado entusiasmo. No entraba en los desig
nios de Alejandro recurrir inmediatamente a la violencia; condujo a su ejército
desde Onquestos hasta las puertas de Tebas y lo hizo acampar delante de las
murallas septentrionales de la ciudad, cerca del gimnasio de Yolao; confiaba
en que los tebanos, a la vista de su poder, comprendieran la locura de su empresa
y buscaran un arreglo pacífico. Pero se equivocaba. A pesar de que toda posibi
lidad de ayuda era ya muy remota, estaban tan lejos de disponerse a capitular que
ordenaron a sus tropas de a caballo y a su infantería ligera que emprendiesen
inmediatamente una salida, la cual hizo retroceder a los puestos avanzados del
enemigo y puso en situación todavía más apurada a la guarnición de la ciuda
dela. A pesar de ello, Alejandro seguía sin decidirse a comenzar una lucha que,
una vez desencadenada, sería inevitablemente de consecuencias fatales para una
ciudad helénica; al segundo día de estar acampado allí con sus tropas avanzó
hacia la puerta de la parte sur, de la que salía el camino para Atenas y que tocaba
por la parte de adentro con los muros de la Cadmea y estableció allí su campa
mento para estar más cerca de la guarnición macedonia de la ciudadela y poder
ayudarla; pero aún vacilaba en lanzar el ataque. Se dice que hizo saber a los
defensores de la ciudad que si le entregaban a Fénix y Protites, los instigadores
de su deserción, estaba dispuesto a perdonar y olvidar lo acaecido. Y no faltaban
dentro de la ciudad quienes aconsejaran e incluso exigieran que se enviasen men
sajeros al rey para pedirle perdón por lo pasado; pero los boytarcas y los emigra
dos que los habían reinstalado en el poder y que no tenían nada bueno que
esperar de Alejandro instigaron a la multitud a una tenaz y desesperada resisten
cia; parece que llegó a contestarse al rey que si quería la paz les entregase a
Antipatros y a Filotas y que se invitó a que se les uniese en la ciudad a todo el
que quisiera liberar a la Hélade en unión de ellos, de los tebanos, y del gran
rey persa. Entre tanto, Alejandro seguía sin decidirse a lanzar el ataque.
Pero Pérdicas, que cubría con su falange la vanguardia del campamento
macedónico y se hallaba muy cerca de las obras exteriores de defensa de la
ciudad, consideró tan propicia la ocasión para atacar que, sin aguardar las órdenes
de Alejandro, arremetió contra las fortificaciones, abrió brecha en ellas e irrumpió
a través de los puestos avanzados del enemigo. Amintas, cuya falange venía
inmediatamente detrás de la de Pérdicas, se lanzó tras él al asalto de la segunda
muralla. El rey, que observó sus movimientos, temió que aquellas fuerzas lo
pasasen mal si se enfrentaban solas al enemigo; dió órdenes para que los arqueros
y los agríanos irrumpiesen rápidamente dentro del recinto fortificado y que el
agema y los otros hipaspistas avanzasen también, pero deteniéndose ante las
murallas exteriores. Pérdicas cayó gravemente herido al atacar la segunda muralla,