Page 176 - Droysen, Johann Gustav - Alejandro Magno
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170 DESPUES DE LA VICTORIA DE ISOS
La trayectoria de los acontecimientos posteriores debía ajustarse, necesa
riamente, a estas ideas. Alejandro envió a Parmenión, con la caballería tesaliense
y otras tropas, siguiendo el valle del Orontes, río arriba, hasta la ciudad de
Damasco, capital de la Celesiria, a donde habían sido enviados, desde Sojoi, la
caja de guerra, los instrumentos de campaña, todos los valiosos ornamentos de
corte del gran rey, y las mujeres, los niños y los tesoros de los grandes del
imperio. La traición del sátrapa sirio, pretextando querer huir con los tesoros y
la caravana de tantas nobles persas y sus hijos, hizo que estos tesoros, la caravana
y la ciudad cayesen en manos de Parmenión. El botín era extraordinariamente
grande; entre los muchos miles de prisioneros figuraban los embajadores de
Atenas, Esparta y Tebas que habían llegado ante Darío poco antes de que se
librase la batalla de Isos. Según el informe que de esta expedición hizo Parme
nión, Alejandro ordenó que todo lo que hubiese caído en sus manos, personas y
cosas, fuese llevado de nuevo a Damasco y puesto bajo vigilancia, menos los
embajadores griegos, que debían serle enviados inmediatamente. Tan pronto
como estuvieron ante su presencia, apresuróse a despedir hacia su patria, sin más
trámites, a los dos tebanos, en parte por consideración a sus personas, pues uno
de ellos, Tesalisco, era hijo del noble Ismenias, y el otro, Dionisodoro, un ven
cedor olímpico, y en parte por compasión hacia su desventurada ciudad natal,
cuyo infortunio explicaba sobradamente el odio de los tebanos contra los mace
donios; al ateniense Ifícrates, hijo del general del mismo nombre, le tributó
grandes honores personales, no sólo por respeto hacia su padre, sino también
para dar a los atenienses una prueba de su indulgencia para con ellos; en cambio,
el embajador espartano Euticles, cuya patria se había lanzado ya a la guerra
abierta contra Alejandro, fué retenido como prisionero sin ninguna clase de
consideraciones; más adelante, se le envió a su ciudad natal, cuando los triunfos
cada vez más considerables de las armas macedonias permitieron a Alejandro
cambiar de actitud hacia Esparta.
Mientras Parmenión llevaba a cabo su expedición a Damasco, Alejandro
aprovechaba el tiempo para ordenar la situación en la Cilicia. Poco es lo que
sabemos acerca de esto, pero este poco es harto significativo. Era necesario
reducir y dejar en manos seguras esta región, más importante que cualquier otra
desde el punto de vista militar, y que tenía en las tribus del Tauro, libres y muy
valientes, unos vecinos bastante peligrosos. El rey entregó el gobierno de este
territorio a uno de los siete oficiales de la guardia, Balacro, hijo de Nicanor;
parece que se le nombró estratega al mismo tiempo que sátrapa; poco después,
nos encontramos con referencias a las luchas de Balacro contra los isaurios. Entre
las monedas de viejo tipo emitidas por Alejandro se ha creído encontrar un
número considerable de piezas de cuño cilicio. La satrapía de la parte de Siria
ocupada por Parmenión fué entregada a Memnón, hijo de Cerdimas. De Feni
cia no era posible disponer todavía, pues allí esperaban a Alejandro no pocas
dificultades.