Page 197 - Droysen, Johann Gustav - Alejandro Magno
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PREPARATIVOS PERSAS 191
mensa extensión de tierras que abarcaban desde el Tauro hasta el Indo, desde
el Eufrates hasta el Jaxartes? ¿Qué reprepresentaba la pérdida de aquellos pue
blos de la costa, siempre inseguros, al lado de estos leales medos y persas, al lado de
las nubes de jinetes de las llanuras bactrianas y de los valientes pueblos montañeses
de las sierras del Caspio y del Curdán? Al fin y al cabo, las costas ahora perdidas
y los esfuerzos por lograr una dominación marítima, impuestos por ellas, habían
sido poco menos que los únicos territorios que habían traído el peligro y el de
sastre sobre el imperio de Ciro desde los tiempos de Darío I, envolviendo a los
persas, para su mal, en las eternas discordias de los helenos. Lo importante,
ahora, era salvar el interior del oriente, defender la gran ciudadela del Irán, que
dominaba toda el Asia; el rey de los reyes llamaba ahora a los nobles de su lina
je, a los nietos de los siete príncipes, a sus fieles satrapías a luchar a la cabeza
de sus pueblos por la gloria y el poder de Persia; en sus manos ponía los des
tinos de su imperio y de su rey; esta vez no habría mercenarios griegos, generales
helénicos ni tránsfugas macedonios que despertasen los celos ni la desconfianza
de los suyos; los pocos miles de extranjeros que habían huido con él de Isos habían
sido fundidos con los hijos del Asia por el infortunio común; el ejército de Europa
se enfrentaría delante de las montañas del Irán con un ejército auténticamente
asiático.
El gran ejército de los pueblos se fué concentrando en la llanura de Babi
lonia. Besos, el sátrapa bactriano, vino desde el fondo del Asia capitaneando a
los de la Bactriana, a los sogdianos y a los combativos pueblos indios de las
regiones montañosas del Cáucaso índico; habían hecho causa común con él el
pueblo de jinetes de los saces del Turquestán, conducidos por Mauaces, y los
daos, pueblo de las estepas del lago de Aral. Los pueblos de la Arajosia y de la
Drangiana y los montañeses indios del Paraveti se enrolaron bajo el mando de su
sátrapa Barsaentes, sus vecinos occidentales de Aria bajo el del sátrapa Satibár-
zanes, los contingentes de jinetes persas, hircanios y tapúricos de Jorasán, el país
iranio de la espada, formaron al mando de Fratafernes y de sus hijos. Vinieron
asimismo los medos, en un tiempo dueños y señores del Asia, cuyo sátrapa Atró-
pates acaudillaba al mismo tiempo a los cadusios, a los sacasenios y a los albanos
de los valles del Cur y del Araxes y de las orillas del lago de Urmea. Desde el
sur, desde las orillas del Golfo Pérsico, acudieron los pueblos de la Gedrosia y la
Carmania, mandados por Ocontóbates y Ariobarzanes, hijo de Artabazo, y los per
sas, al mando de Orxines, del linaje de los siete príncipes. Los uxianos y los de
Susa los conducía Oxatres, hijo de Abulites, el sátrapa de Susa; los contingentes
de Babilonia formaban bajo las órdenes de Bupales, los de Armenia bajo las de
Orontes y Mitraustes, los de las dos Sirias bajo el mando de Mazaio; hasta de la
Capadocia, cuyas tierras occidentales habían sido recorridas de pasada por las
tropas macedonias, llegó un contingente de guerreros al mando de su dinasta
Ariarates.
Y así, en la primavera del año 331, se había congregado en Babilonia el
ejército imperial del rey de Persia, formado por unos cuarenta mil hombres a