Page 213 - Droysen, Johann Gustav - Alejandro Magno
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BATALLA DE GAUGAMELA 207
Entre tanto, el frente macedonio ha seguido avanzando en línea diagonal;
ahora, las ilas macedonias y los hipaspistas se hallan en frente de los cien carros
de guerra del ala izquierda; de pronto éstos se ponen en marcha y se lanzan
contra la línea enemiga, con intención de romperla. Pero los agríanos y los ar
queros los reciben entre un griterío ensordecedor y bajo una granizada de dar
dos, piedras y jabalinas; muchos de los carros son detenidos allí mismo, agarrando
de las riendas a los caballos, cortando las correas y derribando al suelo a quienes
los conducen; los demás, que corren hacia los hipaspistas, se estrellan contra una
muralla de escudos y un campo de picas erizadas o pasan a toda velocidad por
las brechas que abren las tropas, sin que nadie los toque y sin hacer daño a nadie,
para caer detrás de las líneas en manos de los caballerizos que allí los aguardan.
Ahora, toda la línea de masas del ejército persa, que hasta aquí había ido
desplazándose hacia la izquierda, empieza a avanzar como para lanzarse al ataque,
mientras que en el flanco de Alejandro los jinetes de Aristón y Ménidas sostienen
a duras penas el enconado combate de caballería. En este momento, hallándose
tal vez al alcance de los dardos del enemigo, Alejandro ordena avanzar a ritmo
más rápido y, al mismo tiempo, que Aretas acuda con sus sarissóforos —la úl
tima caballería de su segundo cordón— en ayuda de los jinetes de Ménidas y
Aristón, que se hallan en situación muy apurada. Al observarse este movimien
to en las líneas de los persas, las masas de caballería más próximas del ala corren
al galope en ayuda de los bactrianos, abriéndose así una brecha en su ala iz
quierda. Ha llegado el momento que Alejandro esperaba. Da la señal para lan
zarse al ataque, que él mismo encabeza a todo galope, al frente de la ila de
Clito, mientras las otras ilas y los hipaspistas siguen entre ¡alalás! y a paso
de carga. Este ataque en forma de cuña pone en completa dispersión a la línea
enemiga. Ya están allí las primeras falanges, con Coino y Pérdicas al frente,
lanzándose pica en ristre sobre las masas de los susianos, los cadusios y las tropas
que rodean el carro de Darío y haciendo entre ellas una verdadera carnicería. Ya
no hay quien contenga el pánico y la desbandada. Darío, con el enfurecido ene
migo al alcance de la mano, en medio del desconcierto más súbito, más salvaje
y más ruidoso, perplejo e impotente ante el peligro que se cierne sobre su per
sona y que siente crecer por momentos, lo da todo por perdido y se da a la fuga.
Tras breve y valerosa resistencia, los persas corren a proteger la evasión de su rey.
La huida y el desconcierto arrastran también a las tropas de la segunda línea. El
centro del enemigo ha sido aplastado.
La enorme violencia con que Aretas ha irrumpido en las masas enemigas
ha decidido, al mismo tiempo, la batalla en la retaguardia de la línea; los jinetes
escitas, bactrianos, persas, perseguidos de un modo violentísimo por los saris-
sóforos y por la caballería helénica y peonía, se ponen también a salvo. El ala
izquierda de los persas ha sido liquidada.
No ocurrió así con el ala derecha. Las tropas pesadas de Alejandro sólo
con gran esfuerzo pudieron seguir los rápidos movimientos del ataque y no pu
dieron guardar su formación compacta; se abrió una brecha entre la última taxis,