Page 348 - Droysen, Johann Gustav - Alejandro Magno
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344 PARTIDA DE LA FLOTA
tripulación ordenando descansar los remos o volver a remar, el ¡alalá! de los re
meros al dejar caer de nuevo sus remos en el agua? Aquellas voces de mando
retumbaban entre las colinas de las orillas y eran devueltas por el eco de las
barrancas a derecha o izquierda del río; a trechos, el río fluía por entre bosques
y las voces perdíanse en la soledad de éstos; los indígenas corrían por millares a
las orillas para contemplar asombrados el paso de aquel ejército y los caballos de
batalla transportados en los barcos de abigarradas velas y el orden maravilloso
e imperturbable con que navegaba aquella numerosa escuadra; contestaban con
sus gritos a los de los remeros y, durante un trecho, acompañaban a los barcos
río abajo con sus canciones. Pues no hay ningún pueblo que ame más las can
ciones y las danzas que los hindúes.”
Al cabo de tres días de navegación llegó Alejandro con su flota al punto
en que Crátero y Efestión tenían orden de esperar; los encontraron ya acampa
dos con sus tropas a los dos lados del río. Dos días pasaron allí el ejército y la
flota descansando en espera de la llegada del sátrapa Filipo con la vanguardia del
gran ejército. Tan pronto como se hubo reunido todo el ejército macedonio
—cuyos efectivos sumaban ahora 120,000 hombres—, el rey tomó las medidas y
dió las instrucciones necesarias para la próxima entrada en territorio extraño
y para la sumisión de todas las tierras con que se encontraran hasta la desem
bocadura del Acesines. Filipo fué destacado con sus tropas por la margen iz
quierda hasta el Acesines, con la misión de apoderarse de la margen occidental
de este río; Efestión y Crátero avanzaron tierra adentro a derecha <e izquierda del
Hidaspes; se convino en que todo el ejército volvería a reunirse al otro lado de
la desembocadura del Acesines para abrir desde allí la campaña contra los ma-
lios y los oxidracios. Ya se tenían noticias de que estos grandes y belicosos pue
blos se estaban preparando para la guerra contra los invasores de su territorio;
decíase que habían llevado a las mujeres y a los niños a las plazas fuertes y que
miles de hombres armados se congregaban en las orillas del Hiarotis. Alejandro
había decidido avanzar a toda marcha, para comenzar las operaciones antes de
que el enemigo completase sus preparativos de guerra. Tras dos días de descanso,
la flota reanudó la marcha; dondequiera que atracaba, la población sometíase
de grado o era obligada a hacerlo sin gran lucha.
Alejandro esperaba llegar a la confluencia del Acesines con el Hidaspes al
quinto día; sabía ya que aquellos parajes eran difíciles para la navegación, que,
al fundirse las aguas de los dos ríos, se formaba una rápida corriente y una gran
cantidad de torbellinos, tras de lo cual el río corría encajonado e impetuoso.
Estas noticias habían sido comunicadas a toda la flota, exhortando al mismo
tiempo a los mandos de los barcos, muy seriamente, a que navegaran con la
mayor prudencia. Al final del quinto día de navegación, se oyó desde el sur un
ruido tremendo, parecido al de la rompiente del mar embravecido; los remeros
de los primeros barcos dejaron de remar, asombrados e indecisos, sin saber si
tenían delante el mar, una tormenta o qué era aquello; en seguida, informados
de lo que ocurría y habiéndoseles dado instrucciones para que trabajasen con