Page 20 - Egipto Tomo 1
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ALEJANDRIA ANTIGUA
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Fué Alejandría una de las ciudades más bellas del mundo antiguo, al par que una de las
grandiosas. La rapidez de su crecimiento, la importancia de su población y
más brillantes y
de su comercio allá se van con el de las grandes ciudades del Nuevo Mundo; pero, por lo que
hace al esplendoroso florecimiento de los dones más preciados de la humanidad, el arte y el
saber, no hay ciudad alguna que con ella pueda parangóname.
literaria su rápido desenvolvimiento a su feliz
¿Debe acaso la gran ciudad comercial y
situación?
Arduo se hace deducirlo, juzgando por el resultado que produce la primera ojeada que
sobre ella se dirige.
si bien las
La costa del Egipto septentrional es llana, uniforme, y nada tiene de bello; y
olas del mar Mediterráneo no se presentan aquí ménos azuladas que en las riberas que acari-
cian las auras que embalsaman con sus aromas los bosques de naranjos de Sorrento y del
soleado golfo de Málaga, no son pocos, en cambio, los peligros que ofrecen al navegante, los
escollos que existen en el puerto de Alejandría.
A pesar de los rayos luminosos que despide á gran distancia el faro de Ras-et-Tm, no le
es hoy posible á ninguna embarcación entrar de noche en el puerto alejandrino. ese allí
un canal artificial, abierto por Mohamed-Alí , fundador del viremato, al cual dio el nombre de
canal de Mahmud en obsequio del sultán que reinaba por aquel tiempo; pero ningún brazo
del Nilo riega el término de la ciudad, ni da agua potable, la que tampoco se puede buscar en
los pozos, por ser salobre el suelo de Egipto.
La costa alejandrina es borrascosa en los meses de invierno; y el cielo, cu\o limpio azul
tan raras veces está velado en el Cairo, se presenta aquí no ménos revuelto en invierno que
la Europa meridional. Además, el sitio que eligió Alejandro para
en las penínsulas de
levantar una ciudad que entregase al comercio del mundo los productos de Egipto y los
portentos de la Arabia y de la India, se colocó al extremo noroeste de la costa de la
tesoros y
por consiguiente, no sólo muy apartado de la ruta que siguen las caravanas que enla-
Delta, y
zan el Egipto con la Siria, sino también de la que siguen las que marchan hácia el mar Rojo.
Y. sin embargo, el sitio elegido por la penetrante mirada del gran Alejandro, es el único
en Egipto que reunia todas las condiciones que debian exigirse para la ciudad que aquel mo-
narca fundó con el intento de que fuera una de las más importantes del mundo, y á la cual
dio en consecuencia, la forma que juzgó más conveniente al efecto.
Una gran ciudad greco—egipcia habia de llenar, en su sentir, estos dos objetos: reunir en
su puerto las producciones del valle del Nilo y las mercancías procedentes del Sur por el mar
Rojo, para entregarlas desde allí por el intermedio de traficantes helenos al comercio del uni-
avivar en el nuevo emporio y en el Egipto, la vida helénica tan floreciente y esplen-
verso: y
dorosa. Alejandro habia hallado el antiguo reino de los Faraones tan yerto como sus momias
seculares. En Alejandría debia encontrar el espíritu griego una nueva patria: para ello
era indispensable quebrantar el yugo que durante miles de años habia oprimido aquella región,
v hacer del estado bárbaro de las riberas del Nilo, un miembro inteligente y activo para el