Page 67 - Bochaca Oriol, Joaquín - Democracia show
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¿Y Mitterrand ¿Quién no conoce a François Mitterrand El Presidente de la República Francesa. El
                  socialista de siempre.    Bueno, de siempre, de siempre, lo que se dice de siempre, no. Un poco
                  camaleoncillo sí ha sido, François. Y eso, como esperamos haber demostrado más arriba, añade
                  un tinte más de gloria a su tersa imagen de estadista le da un toque de distinción inteligente,
                  mundano y parisién.
                  Mitterrand, como hijo de una familia burguesa y adinerada, militó primero en partidos derechistas
                  para pasar luego al Partido Radical, que estaba ubicado dentro del espectro político francés, como
                  dirían los innovadores modernos del castellano, hacia el Centro-Derecha. Cuando se produjo la
                  debacle francesa de Mayo de 1940, fue pétainista, como muchos franceses, la gran mayoría,
                  entonces. Incluso fue fotografiado luciendo la francisque, escudo de los partidarios del Mariscal.
                  Al llegar los primeros reveses alemanes, su inteligencia le aconsejó cambiar de campo e incluso
                  dicen que participó en la Resistencia, como casi todos los franceses, según parece, aun cuando en
                  la época los alemanes no se apercibieran de ello.
                  Tras la guerra, De Gaulle, del que luego sería gran enemigo personal y político, le nombró
                  Secretario General de los Prisioneros de Guerra. Luego se hizo elegir alcalde, como
                  independiente, pero con los votos de la Derecha. A continuación pasó al Partido Socialista, fue
                  candidato presidencial, dos veces, ambas vencido, por la Federación de la Izquierda Democrática y
                  Socialista y finalmente, candidato vencedor en 1981. Una brillante trayectoria, como se ve, Pero
                  nadie lo hubiera dicho, en 1961, cuando se produjo el escandaloso caso del atentado de los
                  Jardines del Observatorio, de París.
                  En efecto, un buen día, François Mitterrand, que fustigaba constantemente a los demagogos
                  fascistas de la O.A.S. de Argel y a sus esbirros de Francia se presentó pálido y demacrado, y
                  cubierto de fango, en un comisariado de policía de Paris, afirmando haber sido objeto de un
                  atentado. Presentó querella por atentado contra su vida; la querella, naturalmente era contra
                  desconocidos. Aquella misma tarde, toda la prensa francesa y europea hablaba del atentado de la
                  O.A.S. contra Mitterrand, el líder socialista de la Izquierda francesa Mitterrand habría sido, según
                  su declaración jurada, atacado en el Jardín del Observatorio y, para poner a salvo su vida,
                  abandonó el coche, que se le caló al chófer en aquel mismo momento, y huyó a través de los
                  matorrales, arrastrándose por el césped, empapado por una reciente lluvia.    Se organizó, a toda
                  prisa, una manifestación antifascista y de apoyo al mártir potencial, Mitterrand, para el día
                  siguiente. Pero el día siguiente, en vez de manifestación, lo que hubo fue una detención de
                  François Mitterrand, acusado por el juez de ultrajes a magistrado, falsa denuncia y perjurio.
                  ¡Sensación! ¿Qué había pasado
                  Según manifestó, con toda clase de pelos y detalles, toda la prensa francesa del día siguiente, un
                  tal Robert Pesquet, ex-diputado derechista, fue abordado por el propio François Mitterrand, quien
                  le propuso organizar un falso atentado del que luego se culparía a sus enemigos políticos de la
                  O.A.S. Se convino que tendría lugar en sitio apartado y se concretó que sería en el Jardin del
                  Observatorio. Mitterrand, al oir unos disparos que se harían por encima de su coche, saldría
                  corriendo de éste, que se calaría en aquel preciso momento, se arrastraría por el césped y llegaría
                  jadeante al comisariado de policía donde presentaría una denuncia.
                     Robert Pesquet mandó, desde Suiza, una carta al magistrado, matasellada dos días antes del
                  atentado, adjuntando el cheque que había recibido en pago anticipado a sus servicios, dando pelos
                  y señales del lugar del atentado, y afirmando que las salvas al cielo, por encima del coche de
                  Mitterrand, las había de disparar un amigo suyo.
                     Mitterrand puso el grito en el cielo, afirmando ser víctima de una conjura, para desacreditarle.
                  Las gentes ingratas y malpensantes no le hicieron caso. Los argumentos de los que no creían a
                  Mitterrand eran pueriles.    Preguntaban Si se trata de una conjura y Pesquet miente ¿cómo sabía
                  éste que el coche de Mitterrand iba a calarse en ese preciso momento ¿Cómo podía saber
                  Pesquet que Mitterrand iba a salir corriendo y arrastrarse por el césped ¿cómo pudo saber Pesquet
                  que Mitterrand iba a presentarse en el comisariado de policía en que se presentó y no en
                  cualquiera de los otros dos que se hallaban en aquella zona, y a una distancia pareja ¿cómo pudo
                  tener Pesquet un cheque firmado por Mitterrand ¿cómo pudo saber Pesquet que Mitterrand iba a
                  echarle las culpas a la O.A.S.
                     Como vemos, preguntas pueriles. Los malpensados de siempre afirmaron que el clan De
                  Gaulle, entonces en el poder, mercadeó con Mitterrand la retirada de éste como candidato a la
                  cabeza de la oposición al General-Presidente, a cambio de la retirada de la demanda judicial del
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