Page 323 - El Islam cristianizado : estudio del "sufismo" a través de las obras de Abenarabi de Murcia
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312 Parte 11 1.— Textos: Amr, 89, 90
Debe también el maestro prohibir a sus discípulos el que visiten
a otro maestro de espíritu y conversen con los discípulos de éste, pues
eso les perjudicaría muy pronto. La causa del daño en el tratar a los
discípulos de otro maestro es ésta: puede muy bien ocurrir que las
cosas que halagan a las pasiones de tal novicio contradigan a las pa-
siones de tal otro; pero el maestro jamás logra meterse en el alma del
novicio, sino entrando por la puerta que contradice a sus pasiones;
luego si le guía enseñándole lo que a sus personales pasiones contra-
dice, y ello halaga a las pasiones de aquel otro discípulo cuyo maestro
le había enseñado a contradecirlas, creerá este otro discípulo que lo
que sus pasiones le dictan es cabalmente el medio de acercarse a Dios
y aflojará en el ejercicio de refrenarlas, sin tener en cuenta que si el
maestro ése aconseja a su propio discípulo tal método, es precisamen-
te por ser contrario a los personales apetitos de éste. La concupiscen-
cia del novicio sentirá entonces inclinación a seguir las enseñanzas del
otro maestro, imaginándose que con ellas le ocurrirá lo mismo que le
ha ocurrido al otro discípulo, sin advertir que si estas enseñanzas le
son a éste útiles por contradecir sus pasiones, a él en cambio le da-
ñarán porque halagan las suyas propias. Y desde el momento que el
novicio sienta inclinación a seguir al otro maestro, el prestigio del pri-
mero decaerá a sus ojos; y si, a pesar de que el prestigio del maestro ha
desaparecido del corazón del novicio, éste sigue siendo discípulo suyo,
aunque sea un minuto tan sólo, será ya un hipócrita, pues faltará al
voto, que hizo con Dios y que su maestro le tomó, de no ocultar a éste
cosa alguna de las que puedan ocurrirle a su alma. Casos de éstos [90]
hemos visto en gran número. Entonces, el novicio, abandonando a su
primer maestro, entrará con el segundo, el cual, si es verdadero maes-
tro, necesariamente procurará acometerle, como el primer maestro, por
la puerta que contradiga a sus pasiones, y al advertir entonces el dis-
cípulo que su nuevo maestro no era lo que él se había imaginado, sen-
tirá inclinación otra vez hacia e! primero, decayendo a sus ojos el
prestigio del segundo; mas como ya el primero no lo querrá admitir
de nuevo porque lo expulsó de su noviciado por insincero, quedará el