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RASSINIER : La mentira de Ulises
Los comandos del túnel son considerados a la vez como lo peor y lo mejor. Están
agrupados en un único comando: «Zabatsky», nombre del jefe de la empresa que explota en
comandita el túnel.
Al frente hay un Kapo general – el gran Georges – que tiene bajo sus órdenes un
equipo de Kapos para encuadrar a los presos por especialidades. Estar destinado a un comando
que trabaje en una de las diez o quince fábricas cobijadas en el túnel, supone la certeza de
hacer un trabajo ligero, y de estar protegido del viento, de la lluvia y del frío. Y esto es muy
estimable. Supone también la certidumbre de escapar a las formaciones: no hay
[93] formación para los individuos del túnel. Pero supone también la de no volver a salir
nunca a la luz del día, respirar en galerías mal aireadas o nada en absoluto, miasmas de todo
género, polvo durante meses y meses , y el riesgo de morir antes de la liberación. Mientras
que en el terraplén se trabaja durante todas las épocas: aunque llueva, nieve, haga viento, con
sol plomizo, con tormenta, nunca se para el trabajo. Todavía más: las formaciones ni se
suprimen ni se acortan. Con tiempo lluvioso, nos ha sucedido el no ver secar, durante quince
días, tres semanas, los andrajos que nos sirven de prenda de vestir: por la noche, al volver al
bloque, se les ponía debajo de la paja o del jergón, esperando que el calor del cuerpo llegase a
vencer la humedad, y a la mañana siguiente, se les recogía calientes pero mojados y había que
meterse de nuevo bajo la lluvia. La pulmonía simple o doble reinaba con carácter endémico
entre la gente del terraplén y llevaba a muchos al crematorio, pero al menos se vivía al aire
libre. Y durante la buena temporada... La opinión estaba dividida entre el deseo de trabajar en
el túnel y el de quedar en la terraza.
-- Haría falta poder pasar el invierno en el túnel y volver a salir en el verano – me decía
Fernando.
Esto era evidentemente imposible y yo no estaba seguro de que eventualmente hubiese
sido una buena solución.
Lo que se llamaba Túnel, era un sistema de dos galerías paralelas que atravesaban la
colina de parte a parte. En un extremo, se encontraba Dora, y en el otro su infierno, Ellrich.
Estas dos galerías principales, cada una de cinco kilómetros de longitud, estaban unidas por
unas cincuenta galerías transversales o salas de unos 200 metros de longitud por 8 de anchura
y otros 8 de altura. Cada una de las salas resguardaba un taller. En abril de 1945, el túnel
estaba terrninado, hasta tal punto que, si no hubiese sido por el sabotaje, hubiera podido dar
el máximno de rendimiento. Se calculaba que en esa fecha tenía un total de 13 a 15
kilómetros de galerías excavadas y acondicionadas frente a los 7 u 8 que había en agosto de
1943, en el en que nació Dora: ambas cifras dan la dimensión del esfuerzo que fue impuesto a
los presos. Todavía es preciso tener en cuenta que los dos campos reunidos de Dora y Ellrich
no pudieron emplear nunca en el trabajo un efectivo superior a los 15.000 hombres, los cuales
tenían que instalar además las barracas y producir cierto número de V1, V2, motores o
fuselajes de aviones y armas secundarias.
[94] Y si se quiere, por otra parte, establecer el coste de realización de este trabajo, hay que
añadir a los francos o a los marcos las 20.000 o 25.000 vidas humanas que costó en menos de
dos años.
Dos veces al día, a las 7 de la mañana y a las 7 de la tarde, son despertados por mitad
los comandos del túnel, que duermen en galerías o en partes de ellas acondicionadas para
bloques. Disponen de poquísima agua, y en consecuencia la higiene es defectuosa, las pulgas
y los piojos prosperan a sus anchas.
A las 9 de la mañana y a las 9 de la noche, según el turno al que pertenezcan, ya están
en el trabajo.
También hay malos comandos en el túnel: los que perforan las galerías, los que están
asignados al transporte de material y de masas de tierra. Aquéllos son verdaderos galeotes que
mueren como moscas, con los pulmones envenenados por el polvo amoniacal, víctimas de la
tuberculosis. Pero la mayoría son buenos. El taylorismo ha sido llevado al extremo: un
comando pasa su tiempo sentado ante las taladradoras, haciendo avanzar las piezas una tras
otra bajo la roca; otro comprueba los giroscopios; un tercero, los contactos eléctricos; un
cuarto alisa la chapa; un quinto está compuesto de torneros o ajustadores. Hay finalmente
algunos que no son ni buenos ni malos: los que montan las V1 y V2. De una manera general
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