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MAL DE OJO.
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Y he aquí una mujer consultando diariamente
la claridad de los ópalos para poder decir
,
«Vive aún vive. »
Pues bien : un día los ópalos empiezan á os-
curecerse como una luz que se apaga, y llega
al fin el terrible instante ; la muerte se cierne
sobre ellos, y exhalan el último reflejo. La joya
queda convertida en un collar de cadáveres. La
mujer exclama : « ¡Ya no existe ! » Y no querien-
do ser menos, se envenena sin hacer más averi-
guaciones y poco después el telégrafo lleva la
,
noticia de que él ha muerto.
Tal es el caso.
Ahora bien: no es prudente jugar con esas
piedras misteriosas; la joyería tiene también sus
fantasmas , y el ópalo es un espectro ; porque,
no hay que darle vueltas ; aquí , una desposada
á quien sonríen todas las felicidades de la tierra,
luce una gargantilla de ópalos en la misma no-
che de su boda ; pues bien : al mes hay que en-
terrarla. Otra que siente una viva pasión por los
ópalos , se ve obligada á separarse de su marido
al año de matrimonio. Otra, en fin, hace de-
volver una joya porque aparece en ella un ópalo
que le anuncia pavorosos desastres. El joyero
no se admira ; le han devuelto ya muchos ópa-
los por la misma causa.
No hay que reírse; el lujo es bastante despre-
ocupado ; no se deja alucinar fácilmente por las