Page 102 - Fantasmas
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FANTASMAS



        modo que podía doblarlas  hacia atrás—  se agitaban impotentes
        sobre  su  cuerpo.  Estaban  recubiertas  de cerdas  curvas  de color
        verde  brillante,  tan  relucientes  como  el cromo  pulido, y en  la
        luz oblicua  que se colaba por las ventanas  de su  dormitorio  des-
        pedían ráfagas de enfermiza  iridiscencia.  Sus extremidades  ter-
        minaban  en curvos  ganchos de grueso  esmalte  negro,  guarneci-
        dos con  un  millar de pelillos afilados  como  cuchillas.
              Francis  no  estaba  despierto  del todo.  Temía  el momen-
        to  en  que  su  cabeza  se  despejara por completo y la ilusión  se
        desvaneciera.  Su piel de nuevo  en  su  sitio, la apariencia  de in-
        secto  desaparecida  y tan  sólo el recuerdo  de un  intenso  sue-
        ño que había persistido  varios  minutos  después  de despertar.
        Pensó  que  si sólo  lo estaba  imaginando  la decepción  acaba-
        ría con  él, no  podría soportarla.  Como  mínimo,  tendría  que
        faltar  a clase.
              Entonces  recordó  que  tenía  planeado  hacerlo  de todas
        formas.  Huey Chester  creyó  que  lo estaba  mirando  en  plan
        maricón  en  el vestuario,  después  de deportes,  cuando  los dos
        se  estaban  cambiando.  Por eso  sacó una  mierda del retrete  con
        ayuda de un  bastón  de lacrosse  y se  la tiró  a Francis  para  que
        aprendiera  lo que  podía pasarle  si se  dedicaba  a mirar  a los
        tipos, y le resultó  tan  divertido  que  decidió  que  deberían  ins-
        tituirlo  como  nuevo  deporte.  Huey y otros  chicos  estuvieron
        discutiendo  sobre  cómo  llamarlo.  Esquiva-la-mierda  tuvo  bas-
        tante  éxito; tiro-con-mierda  también.  Fue en  ese  momento  cuan-
        do Francis  decidió  que más le valía mantenerse  alejado de Huey
        Chester  y del gimnasio  —o  incluso  del colegio  en  general —
        durante  un  par de días.
              Hubo  un  tiempo  en  que  le había simpatizado  a Huey; o
        no  exactamente  simpatizado, pero sí que disfrutaba presumien-
        do de él delante  de los demás.  Eso fue en  cuarto  curso.  El vera-
        no  anterior  Francis  lo había pasado con  su  tía abuela  Reagan
        en  un  remolque  en  Tuba City. Reagan escaldaba  grillos en  me-



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