Page 186 - Fantasmas
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FANTASMAS
Por fin Al habló:
—Ya sé que me tienes miedo, pero no voy a hacerte más
daño. Lo que dije de cortarte el cuello era porque estaba enfa-
dado. Me has jodido el brazo, pero no te guardo rencor. Supongo
que así estamos empatados. No estés asustado, porque aquí no
va a pasarte nada. Te doy mi palabra, Johnny.
Al escuchar su nombre Finney se quedó completamente
quieto y dejó de temblar. No era sólo que aquel hombre gordo
supiera su nombre... Era también la manera en que lo había pro-
nunciado, con un tono de leve excitación. «Johnny.» Finney sin-
tió un hormigueo recorriéndole el cuero cabelludo y se dio cuen-
ta de que Al le acariciaba el pelo.
—¿Quieres un refresco? —preguntó—. ¿Sabes lo que te
digo? Te voy a traer uno y... ¡espera! —La voz le tembló li-
geramente—. ¿Has oído el teléfono? ¿Lo has oído sonar des-
de algún sitio?
Finney escuchó el suave timbre del teléfono desde una
distancia que era incapaz de calcular.
—Mierda. —Al soltó aire con dificultad —. No es más
que el teléfono de la cocina. Qué otra cosa iba a... De acuerdo,
voy a ver quién es y a coger un refresco para ti y enseguida vuel-
vo y te lo explico todo.
Finney oyó cómo se levantaba del colchón con dificul-
tad, suspirando profundamente, y enseguida el sonido de las
pisadas de sus botas al alejarse. Después se corrió un cerrojo y
el teléfono sonó de nuevo escaleras arriba, aunque Finney no
lo oyó.
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