Page 188 - Fantasmas
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FANTASMAS


           taba más,  que vivir  con  él la estaba  volviendo  loca.  Su padre
           le contestó  que nadie  la obligaba a seguir haciéndolo  y encen-
           dió el televisor.
                Ocho  semanas  después,  justo a finales  de noviembre,  el
           Abductor  de Galesburg  se  llevó  a Bruce  Yamada.  *
                Finney no  era  amigo de Bruce,  jamás había  hablado  con
           él, pero  lo conocía.  Habían  jugado  de lanzadores  en  equipos
           contrarios  el verano  anterior  a la desaparición  de Bruce.  Bru-

           ce Yamada  era probablemente  el mejor lanzador  al que los Car-
           dinals  de Galesburg se habían enfrentado  jamás; desde luego el
           más duro.  La bola sonaba  distinta  cada vez  que él la lanzaba  al

           guante  del catcher,  nada  que ver  con  lo que  ocurría  cuando  la
           lanzaban  otros  chicos.  La pelota de Bruce  Yamada  sonaba  co-
           mo  si alguien acabara  de descorchar  una  botella  de champán.

                Finney también  lanzó  bien, sólo perdió por un par de ca-
           rreras,  y eso  fue porque  Jay McGinty  lanzó  una  bola a la iz-
           quierda que  era  imposible  de atrapar.  Después  del partido,  en
           el que Galesburg perdió cinco  a uno,  los equipos formaron  dos
           filas y los jugadores  fueron  saludándose,  chocando  los guan-
           tes.  Cuando  les llegó el turno  a Bruce  y a Finney hablaron  por
           primera y última vez  en vida de Bruce.
                —Has  jugado duro —dijo éste.
                Finney se sorprendió  gratamente  y abrió la boca para con-
           testar,  pero  sólo le salió  «bien jugado»,  lo mismo  que les había
           dicho  a los demás.  Era una  felicitación  automática  que  acaba-
           ba de repetir veinte veces  y que salió de sus  labios  sin poder re-
           mediarlo.  Deseaba  haber dicho  algo más original, algo tan bue-
           no  como  «has jugado duro».
                No volvió  a ver  a Bruce  durante  el resto  del verano,  y
           cuando  lo hizo, a la salida  del cine,  no  hablaron,  se  limitaron
           a saludarse  con  la cabeza.  Unas  pocas  semanas  después  Bruce
           salió del salón de videojuegos  de Space Port tras  decir a sus  ami-
           gos que se iba a casa  andando, y nunca  se le volvió  a ver.  La dra-



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