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                                    31www.i-am-magazine.comPasaron los d%u00edas, los a%u00f1os, y de esa empat%u00edaalgunos aprendimos algo, otros al parecer pocoo nada, y muchos%u2026 dejaron de usar la palabraal darse cuenta de que no era tan f%u00e1cil ponerseen los zapatos del otro. A veces nos quedabangrandes. O demasiado peque%u00f1os.Pero la vida, como suele hacerlo, nos ponefrente a aprendizajes inesperados. Y hoy, a mis44 a%u00f1os, puedo decir que finalmentecomprendo el verdadero significado de estapalabra maravillosa: empat%u00eda.No es solo identificarnos con alguien, sinosentir, en lo m%u00e1s profundo, el peso de suexperiencia. Y es ah%u00ed donde entendemos que, enocasiones, no podemos ser emp%u00e1ticossimplemente porque no hemos vivido lo que elotro atraviesa. En esos momentos, lo mejor quepodemos hacer es guardar silencio y abrazar lacausa del otro. Y cr%u00e9anme, eso no est%u00e1 mal. Loque s%u00ed lo est%u00e1, es creernos emp%u00e1ticos antedolores o experiencias que no hemos sentidorealmente.Hace poco, en medio de una conversaci%u00f3n, unamujer me confes%u00f3 que ten%u00eda depresi%u00f3n y que ledaba verg%u00fcenza mencionarlo en su entornolaboral, porque sent%u00eda que la gente no entend%u00edaque es una enfermedad. Que hab%u00eda d%u00edas en losque no quer%u00eda salir de casa, incluso, le costabalevantarse de la cama.Por primera vez, sent%u00ed una empat%u00eda genuina.Sab%u00eda exactamente de lo que hablaba. Sab%u00edaque esa sensaci%u00f3n de no querer existir era real.Que un %u201cvas a estar bien%u201d o un %u201cponle ganas%u201dno eran la respuesta adecuada. Me limit%u00e9 adecirle que trabajar le ayudar%u00eda a mantener sumente ocupada y que, sin duda, eso aliviar%u00eda unpoco su dolor.
                                
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