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350 enseñarnos la fe. Sólo necesitamos obedecer. Hay indicadores para cada uno
351 de nosotros y si escuchamos con humildad, oiremos la palabra adecuada”.
352 ¿La palabra adecuada? ¡DESEO! Más que nada en el mundo, DESEABA que
353 mi hijo no fuera sordomudo. Nunca me alejé de ese deseo, ni por un segundo.
354 Muchos años antes había escrito: “Nuestras únicas limitaciones son aquellas
355 que nos imponemos en nuestra propia mente”. Por primera vez, me pregunté si
356 esa afirmación era cierta. Tendido en la cama frente a mí había un bebé recién
357 nacido que carecía de la estructura natural para oír. Incluso aunque pudiera
358 escuchar y hablar, obviamente estaría desfigurado de por vida. Sin duda, ésta
359 era una limitación que ese niño no se había impuesto en su propia mente.
360 ¿Qué podía hacer al respecto? De alguna manera encontraría una forma de
361 inculcar en la mente de ese niño mi propio DESEO ARDIENTE de lograr
362 medios para transmitir sonido a su cerebro sin la ayuda de los oídos. Tan
363 pronto como mi hijo fuera lo suficiente mayor para cooperar, colmaría tanto
364 su mente con un DESEO ARDIENTE de oír que la naturaleza lo transformaría
365 con el uso de sus propios métodos, en una realidad física.
366 Todos estos pensamientos tuvieron lugar en mi propia mente, pero no hablé de
367 ellos con nadie. Cada día renovaba la promesa que me había hecho a mí
368 mismo, de no aceptar que mi hijo fuera sordomudo.
369 A medida que se fue haciendo mayor y empezó a percibir las cosas de su
370 alrededor, observamos que tenía un ligero grado de audición. Cuando llegó a
371 la edad en la que los niños normalmente empiezan a hablar, él no hizo ningún
372 intento, pero por su conducta pudimos deducir que podía oír levemente ciertos
373 sonidos. ¡Eso era todo lo que quería saber! Estaba convencido de que, si podía
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