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374 oír, aunque fuera ligeramente, podría desarrollar una capacidad mayor de
375 audición. Entonces ocurrió algo que me llenó de esperanza. Su origen fue
376 completamente inesperado.
377 Compramos un fonógrafo. Cuando el pequeño oyó por primera vez la música
378 entró en éxtasis y rápidamente se apropió del aparato. Pronto mostró una
379 preferencia por ciertas canciones, entre ellas “It's a Long Way to Tipperary”.
380 En una ocasión, hizo sonar esta pieza una y otra vez durante casi dos horas
381 mientras él estaba frente al fonógrafo mordiendo un borde de la caja.
382 Ignoramos el significado de ese hábito hasta unos años más tarde, pues nunca
383 habíamos escuchado nada acerca del principio de la “conducción ósea” del
384 sonido en aquel entonces.
385 Poco después de que se apropiara del fonógrafo, descubrí que me podía oír
386 con bastante claridad cuando le hablaba poniendo mis labios en contacto con
387 su hueso mastoideo, en la base del cráneo. Estos descubrimientos me
388 proveyeron los medios necesarios con los que empecé a convertir en realidad
389 mi deseo ardiente de ayudar a mi hijo a desarrollar la audición y el habla. Para
390 entonces había empezado a intentar pronunciar ciertas palabras. El panorama
391 estaba lejos de ser esperanzador, pero el DESEO RESPALDADO POR LA FE
392 no conoce la palabra imposible.
393 En cuanto determiné que podía oír perfectamente el sonido de mi voz, empecé
394 de inmediato a transferir a su mente el deseo de oír y hablar. Pronto descubrí
395 que mi hijo se divertía con los cuentos que le contaba para dormirse, de
396 manera que me puse a trabajar en la creación de cuentos ideados para que
397 desarrollara confianza en sí mismo, imaginación y un intenso deseo de oír y
398 ser normal.
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