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598 normalidad, y se lo transmití a mi hijo. Segundo, le comuniqué mi deseo de
599 todas las formas imaginables, con un esfuerzo continuo y persistente durante
600 muchos años. Y, por último, ¡ME CREYÓ!
601 Mientras terminaba de escribir este capítulo, me llegó la noticia de la muerte
602 de Ernestine Schumann-Heink. Un pequeño párrafo del informe de la noticia
603 proporciona la clave del magnífico éxito de esta mujer excepcional como
604 cantante. Cito el párrafo, porque la clave que contiene no es otra que el
605 DESEO.
606 En los inicios de su carrera profesional, Ernestine Schumann-Heink visitó al
607 director de la Ópera Estatal de Viena, para que éste le hiciera una prueba de
608 voz. Sin embargo, no le realizó ninguna prueba. Contempló brevemente a la
609 torpe mujer mal vestida y exclamó, sin demasiada gentileza, “Con esa cara y
610 sin personalidad alguna, ¿Cómo puede esperar tener éxito en una ópera?
611 Señorita, olvídese de esa idea. Cómprese una máquina de coser y empiece a
612 trabajar. NUNCA PODRÁ SER CANTANTE”.
613 ¡Nunca es mucho tiempo! El director de la Ópera Estatal de Viena sabía
614 mucho sobre técnicas de canto, pero ignoraba por completo el poder del deseo,
615 cuando éste adquiere las proporciones de una obsesión. Si hubiera sabido algo
616 más sobre este poder no habría cometido el error de condenar a un genio sin
617 darle una oportunidad. Hace varios años, uno de mis socios enfermó. Con el
618 tiempo empeoró y finalmente fue hospitalizado para someterse a una
619 operación. Justo antes de que lo llevaran al quirófano, lo contemplé mientras
620 me preguntaba si era posible que alguien tan delgado y escuálido como él,
621 pudiera sobrevivir a una operación importante. El doctor me advirtió de que
622 apenas existían posibilidades de que lo volviera a ver con vida. Pero era la
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