Page 10 - Muerte al Rey II
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Libro Muerte al Rey_II:-  9/10/2018  4:27 p. m.  Página 9







                 Gambito 1.d4 e5!? – Al Ataque Señores



                Dentro de los recuerdos de adolescente ligado al mundo del ajedrez (con aproximadamente 12 años),
                quizás el más fuerte en el sentido de aprender a entender el dolor que ocasiona la derrota -un tema
                que nunca pasa de moda-, fue cuando mi padre (Enrique Sepúlveda) me llevó al Club Social Angamos,
                un lugar de reunión de jubilados y pensionados que quedaba en la Av. Gran Avenida cercano a la
                estación del metro Lo Vial -entre el paradero 9 y 10-. Yo solo tenía ganas de jugar y según me cuentan
                algo de “Talento para el Ajedrez”, pero nunca había tenido un profesor o un entrenamiento formal.
                El Club Social Angamos tenía una fama de ser un lugar donde convergían muchos jugadores de un
                buen nivel, aficionados con mucha experiencia y algunos ya con fuerza de maestros de club.

                Una vez llegado al lugar y al entrar, pensé que había caído en un especie de agujero negro y había
                viajado en el tiempo. Si bien esto fue a mediado de los 80, la impresión que me causó era como
                estar en los años 40 o 50. Muchos ancianos sentados en mesas aisladas, algunos recordando su vida
                pasada y otros simplemente queriendo pasar el tiempo entre la compañía de sus pares y el vino
                tinto. En una mesa central había varios jugadores de edad jugando ajedrez, me acerqué silenciosa-
                mente para no hacer notar mi presencia (algo inútil considerando que no asistían jóvenes a ese tipo
                de lugar), lo que vi me sorprendió sinceramente, no conocía ningún club de ajedrez y tuve la sensa-
                ción que ese ambiente me sería familiar por el resto de mi vida. Observé varias partidas, un jugador
                permanecía sentado demostrando su superioridad del resto de aficionados, todavía recuerdo su ros-
                tro, tenía unos lentes potos de botella muy grueso. Al ganar nuevamente a los mismos rivales, me
                pidió que me sentara, con algo de pánico escénico me senté, tenía la oportunidad de medirme con
                jugadores más avezados -considerando que mi nivel se medía habitualmente en un ambiente esco-
                lar-. Así dio inicio a una paliza que no olvidaría jamás, mis conocimientos ajedrecísticos eran escasos,
                tenía noción de la Apertura Italiana (algo popular para comenzar a jugar ajedrez) y casi nada más.
                El veterano jugador comenzó la primera partida con 1.b4! -no sabía que se podía empezar con una
                movida tan bizarra- Al cabo de pocas movidas mi rey estaba totalmente despedazado, abandoné
                con mucha rabia. Caballerosamente el anciano me dijo que jugáramos varias partidas (considerando
                mi viaje hacia ese lugar). Con blancas nada pude hacer, fui aplastado con una astuta Defensa Siciliana
                de mi rival. Nuevamente con negras. Ahora fue el turno de 1.g4!, otra movida que no tenía consi-
                derada. Por dentro pensaba el por qué mi rival no podía jugar algo normal (1.e4 o 1.d4). Nueva de-
                rrota. Así terminó mi primera competencia intercomunal. Aprendí dos cosas que jamás he podido
                olvidar. Primero: que las derrotas duelen; y segundo: que cuando un jugador es superior te gana
                con cualquier apertura.

                El aficionado ajedrecista de club o de barrio tiene muchas triquiñuelas, ataques fulminantes, cela-
                das, gambitos rebuscados y un sinfín de engaños entre sus cartas. Es por eso, que recordando esta
                experiencia y porque creo que uno nunca deja de ser un simple aficionado es que les presento un
                interesante gambito (1.d4 e5!?). Al analizarlo con lujo de detalle -con los más poderosos motores
                existentes en el mercado- puede ser que sea correcto -o por lo menos jugable- o quizás simplemente
                incorrecto; ahora, lo que nadie puede decir de él, es que sea aburrido. El negro se lanza rápida-
                mente al ataque, buscando sorprender y descolocar al blanco. Para partidas blitz creo que es una
                muy buena opción (yo lo he jugado en varias partidas clásicas con buenos resultados). Ahora queda
                estudiarlo y llevarlo a la práctica, depende de ustedes que lo incorporen a sus respectivos reperto-
                rios ajedrecísticos.
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