Page 33 - El nuevo zar
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CORAZÓN TIBIO, CABEZA FRÍA Y
MANOS LIMPIAS
Vladímir Putin cumplió su sueño de unirse al KGB en el verano de 1975, pero
nunca se convirtió en el agente secreto que imaginaba en su infancia. Su
ingreso fue el de trámite, salvo por un gracioso error de comunicación que
ocurrió cuando se presentó esa primavera ante la comisión de empleo de la
universidad que asignaba trabajos a los graduados en el sistema soviético. Un
funcionario del Departamento de Derecho de la universidad anunció que
Vladímir finalmente se incorporaría al cuerpo de abogados litigantes de
Leningrado. Fue entonces cuando un oficial del KGB que supervisaba las
asignaciones intervino desde un rincón del salón. «Ah, no —dijo el oficial—.
Esa cuestión ya está decidida.»[1] Vladímir ni siquiera conocía su asignación,
pero estaba encantado. «Vamos», le dijo a su amigo de la infancia, Víktor
Borisenko, después de recogerlo en su coche. Era evidente para Borisenko
que algo importante había sucedido, pero Vladímir no iba a dar siquiera una
pista acerca de qué se trataba. Fueron a un restaurante georgiano cerca de la
catedral de Kazán, el edificio insignia con columnatas de la avenida Nevski, y
comieron pollo en salsa de nuez y, para sorpresa de Borisenko, puesto que su
amigo nunca había incurrido en esa indulgencia, bebieron una medida de licor
dulce.[2] Solo mucho más adelante supo que habían estado celebrando la
admisión de su amigo en el KGB.
Para cuando Vladímir ingresó, el KGB era una vasta burocracia que
supervisaba no solo cuestiones de inteligencia nacional e internacional, sino
también la contrainteligencia en el país y en el exterior, la inteligencia militar,