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Dios Obraba a través del Padre Juan
Por: Larcery Díaz Suárez
Cada domingo, por la mañana, el padre Juan Tomis Era uno de los pocos personajes que mantenía es-
llegaba al Canal 4 para oficiar la misa de ese día. Se trecha relación con los periodistas. Sabía hacerlo.
transmitía para los enfermos y para quienes no podían Difundía todo lo que Dios obraba a través de él y así
acudir a la celebración que horas antes presidía en la los fieles sabían cuál era su misión pastoral. Guió,
capilla de su parroquia. En ésta, la nave rebotaba de asimismo, espiritualmente, a muchos periodistas,
fieles que seguían paso a paso su a veces enrevesada como personas y como profesionales. También en
pronunciación española-inglesa. Después, se daba el ellos dejó su estela evangelizadora.
tiempo programado para acudir hasta el set de televi-
sión. Llegaba acompañado de sus acólitos y sus orna- Se daba tiempo para todo y para todos. Parecía te-
mentos religiosos. ner el don de la ubicuidad. Ya estaba en misa; ya
confesando; ya en algún sector marginal atendien-
Allí lo conocí. Ingresaba a la televisora con toda su al- do espiritualmente a quien lo requería; ya en la or-
tura a cuestas, su crucifijo colgándole del cuello y su ganización de los chicos guías, grupos de los que
sonrisa a flor de labios. Nunca dejaba de sonreír. Creo fue uno de sus principales impulsores. Curioso se le
que hasta cuando se hallaba preocupado o molesto notaba cuando colgaba el hábito por el uniforme de
sonreía. Además, vi siempre eso en sus característicos boy scout. Con su pañoleta roja al cuello, mostraba
ojos medio achinados, en sus grandes orejas y tam- su impregnada vocación por el escultismo. Pero se-
bién en su calva reluciente. Todo en él sonreía. guía siendo el mismo, un niño grande rodeado de
muchos niños y jóvenes que asimilaban al pie de la
En el canal a veces todo estaba listo para que saliera letra sus instrucciones de servidor social como mu-
al aire. Otras, debía esperar. De repente el programa chachos entregados al mundo.
que a esa hora se transmitía aún no concluía. O el set
tenía que adecuarse: una mesa especial que serviría Fui testigo también de su capacidad organizadora.
como ara del sacrificio; luces para ese pequeño espa- Los festivales de la canción religiosa de San Juan
cio dominical. El boom del audio de entonces, desde María Vianney, su parroquia, fueron su fuerte. Dos
lejos y encima del sacerdote, registraba su voz, el coro o tres veces participé. Lo hice como jurado. Vi allí
de los jóvenes y de cuando en vez la campanilla de los la tamaña fuerza que imprimía en lo que hacía. Vi
momentos supremos del acto litúrgico. Al set también cómo jóvenes de todos los sectores, en sus letras,
llegaban vecinos de la televisora, ávidos por seguir las en su música, en su forma de participar, se empe-
incidencias de la misa. Y aprovechaban para comulgar. ñaban en demostrar todo su arte por amor a Dios
Algunos compañeros en el canal lo llamaban Juan, a y a padre Juan. La parroquia retumbaba. Los segui-
secas. Yo siempre lo llamé padre Juan. A todos nos res- dores de cada participante la hacían retumbar. Por
pondía como si nos abriera su corazón. Y nos lo abría. eso, me alegraba con su alegría, cada que con mu-
Algunas veces lo acompañé como periodista en las vi- cho éxito finalizaba uno de estos eventos que en su
sitas que acostumbraba realizar a los pueblos jóvenes época dieron mucho que hablar.
para evangelizar. La comunidad lo esperaba con an-
sias. Más niños y jóvenes, a quienes su fuerte perso- Los cuarentones o cincuentones de hoy recordarán
nalidad, su don de gente atraía. Recorría las calles y se con satisfacción aquellos momentos. Quisieran revi-
metía a las casas sin permiso, porque ya antes se había virlos siempre. Como yo, que aún recuerdo con sa-
metido en el corazón de los pobres y en cada sitio iba tisfacción esas maravillosas emociones y sensacio-
dejando un halo de espiritualidad, propia de un santo. nes que compartí con todo un gran personaje.
He visto y acompañado a muchos sacerdotes, en sus
tertulias filosóficas y teológicas y en sus trabajos co-
munales. Pero pocos como él con tantas ganas de
ayudar a la gente sin pedir al cielo que lo apoyara.
Creo que si lo hubiese hecho, de inmediato Dios le ha-
bría tendido sus dos manos, por las tantas almas que
a cada momento él acercaba a la viña del Señor. Más,
todos los que lo conocieron, ayudaron a padre Juan
a que su semilla sea trasplantada en terreno fértil y
que su cosecha viera los frutos que con sus oraciones
predecía.
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