Page 43 - Cómo hacer que te pasen cosas buenas: Entiende tu cerebro, gestiona tus emociones, mejora tu vida (Spanish Edition)
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EL AMOR A LOS IDEALES Y A LAS CREENCIAS
Las ideas se tienen; en las creencias se está.
ORTEGA Y GASSET
Todos conocemos gente que ha sobrevivido a las peores circunstancias por el amor
que profesaban a sus ideales. Desde Nelson Mandela en la isla Robben —el amor a su
pueblo— a Tomás Moro en la Torre de Londres —sus creencias— o incluso
Maximiliano Kolbe entregando su vida a cambio de un padre de familia en el campo de
concentración de Auschwitz. Incluso, los soldados rusos en la Segunda Guerra Mundial
aguantaban situaciones adversas, con menos de veinte grados bajo cero en el campo de
batalla, por amor a su patria. Cada uno tiene sus propios ideales, pero si son fuertes,
pueden ser un aliado en el sufrimiento.
Viktor Frankl es un maestro en muchos aspectos. Vivió y analizó con profundidad la
«psicopatología de masas» durante la Segunda Guerra Mundial. Insistía en una idea: al
hombre se le puede arrebatar absolutamente todo, exceptuando la última de sus libertades
humanas: la elección de su actitud ante la vida. Aquí entran los recuerdos, los valores y
los ideales. Con ello puede diseñar, a pesar de la circunstancias, su propio destino. Esa
libertad interior de la que no nos pueden privar nos permite encontrarle sentido a nuestra
vida cualesquiera que sean las circunstancias. Incluso en los campos de concentración
durante la Segunda Guerra Mundial hubo personas que, aferradas a dicha libertad
interior, supieron elevarse sobre las atrocidades que les rodeaban.
Viktor Frankl desconocía la parte bioquímica de la esperanza y de la pasión, pero
observó que cuando alguien poseía recuerdos a los que agarrarse o ideales, esa persona
tenía la capacidad de sobrevivir física y psicológicamente a cualesquiera traumas. Poseer
ideales, mantener recuerdos agradables de nuestra vida a los que recurrir cuando las
circunstancias nos opriman, puede suponer un importante refuerzo para enfrentarnos a
los problemas que sobrevengan en un futuro.
¡Por supuesto, cuidado con ideales extremistas! El extremismo justifica cualquier idea
o actuación con el fin de conseguir un objetivo. El razonamiento del extremista legitima
todo, incluso auténticas barbaridades carentes de moral, con tal de alcanzar sus metas. Es
bueno que nuestro sistema de valores sea la brújula de nuestra vida, que guíe nuestra
actuación. Pero hay un problema de extremismo si en el camino hacia esa meta legítima
atropellamos a los demás. La persona con ideas radicales no solo no es capaz de
entender y respetar las convicciones de otros, sino que llega a justificar cualquier
vulneración de los derechos ajenos si ello le acerca al fin pretendido.
Como bien decía Einstein: preocúpate más por tu conciencia que por tu
reputación. La conciencia es lo que eres; la reputación lo que los demás
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