Page 12 - Rafael Chaparro - cuentos
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olvidaba y al rato, luego de haber escuchado música o jugado ajedrez con R.W se iba. El cuatro
            de agosto, sábado de verano la vida parecía estar en su esplendor. El sol iluminaba la tarde, el
            sol  iluminaba  los  altos  edificios  de  Nueva  York.  R.W.  se  dirigió  como  de  costumbre  a  la

            chocolatería de la señora Hark y compró la libra de chocolates. Ocho días antes La Muerte le
            había mostrado un boleto que decía “R.W. 89898989. 4/Agosto/94”. La Muerte lo dejó encima
            de  la  mesita,  cerca  del  sillón  y  le  dijo  que  ya  no  había  nada  que  hacer.  Ese  sábado  estaba
            planillado.

            R.W. llego a su casa. La Muerte acariciaba el lomo de la guadaña. Sonrió R.W se sentó en el

            sillón y le dijo que quería morir allí sentado, pero antes quería comerse sus chocolates. R.W. le
            ofreció  un  chocolate  a  La  Muerte  y  se  aseguró  de  que  fuera  el  que  estaba  envenenado.  La
            Muerte se lo comió y allí mismo en el sillón empezó a convulsionar como una bestia, dando
            alaridos. Espasmos.

            R.W. salió a la calle y se mojó con la suave lluvia de agosto que caía sobre Nueva York.
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