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En la charla que tuvimos nos contó que la biblioteca de su abuelo fue la que marcó
su vida literaria. “Mis abuelos Susana y Rubén eran uruguayos. Llegaron a
Argentina en el año 74. Él era un tipo tranquilo y simple. Ella era feminista. Una
mujer fuerte”. Nos confesó haber leído libros que recién comprendió mucho tiempo
después (la lista comienza con Mi planta de naranja lima y Vamos a calentar el sol
de José Mauro de Vasconcelos y toda la colección de “Elige tu propia aventura”).
“No voy a mentir y decir que era como Jorge Luis Borges frente a la biblioteca de
sus abuelos. No. Pero esta biblioteca tenía literatura variada, había hasta novelas
rusas, y como a la hora de la siesta tenía que hacer silencio porque mi abuelo
dormía, yo me ponía a revisar todos los libros que podía. Hasta recuerdo La guerra
y la paz de Tolstoi”. Definitivamente, en aquellos tiempos de lectura compleja,
Sebastián entendió que escribir era crear otra realidad y que él sería eso: escritor.
En la escuela le gustaba leer poesía y su primer poema se lo dedicó a una chica de
la que estaba enamorado: “Me dijo que le habían gustado mucho mis versos pero
que yo no” (¡Todos nos matamos de risa!)