Page 17 - margen2-3
P. 17
material de esa categoría social ahora generalizado a todos los mbitos, que
á
se adhiere a todos los productos del trabajo humano: el valor. L a naturale-
za es ahora materia prima del valor desde el momento en que existe la posi-
bilidad latente de ser apropiada.
Así, la naturaleza ve cambiar su papel en la sociedad. L a tierra que his-
tóricamente ha sido el principal objeto de trabajo y medio de producción,
que en un principio sólo era el espacio en cual los hombres realizaban sus
actividades y de quien recibían sus productos; fue apropiándose en forma
territorial por diferentes asentamientos al desarrollarse la agricultura, fue
delimitada nacionalmente y totalmente apropiada en forma privada al ser
a
sus productos convertidos en objetos de valor. Así con la propiación ca-
pitalista, el monopolio que ejerce la clase propietaria de tierras, le permite
exigir un pago por las virtudes naturales de esa tierra que poseen en for-
ma privada, dando origen a la renta capitalista de la tierra. Y así como con
la tierra, con el petróleo, los minerales, y con todos los llamados recursos
naturales, pues en la medida en que son la base material, el cuerpo sobre el
que se objetiviza el trabajo, la materia prima del valor, la propiación pri-
a
vada de la naturaleza pasa a ser fuente de enriquecimiento privado para
su propietario. Pero, además, en tanto es poseedora del material necesario
t
para toda corporización de la riqueza, la ransformación de la naturaleza
p
en gran escala a que se llegó con la roducción industrial está en función de
valorizar el capital, de aumentar la escala de reproducción de ese capital,
de incrementar la acumulación de capitales en manos de los capitalistas.
Así los propietarios de la naturaleza y de las herramientas, disponen a
p
su voluntad de los factores objetivos de la roducción y al comprar la capa-
cidad de trabajo por un salario, pasan a disponer del proceso productivo y
del total del producto generado. De ese modo disponen cuánto debe pro-
ú
ducirse y qué debe producirse, con la nica restricción de que deben poder
vender su producto, para reiniciar el proceso.
l
Sin embargo, aunque pareciera o contrario, los capitalistas no contro-
lan totalmente el proceso económico. Cada uno de ellos controla y dirige
su propiedad, el estado puede orientar y estimular determinadas activida-
des, pero en última instancia cada capitalista se ve obligado a actuar de
acuerdo a lo que el proceso de valorización de su capital le ordena, esto es,
debe tratar de obtener el m á x i m o de ganancia posible, so pena de ser elimi-
nado por otros capitalistas que luchan y compiten contra él, y esto sucede
aún en las ramas altamente monopolizadas. O sea que el capitalista no es
más que un sirviente de su propiedad. Claro que un sirviente privilegiado
pues los trabajadores, explotados por el capital, no gozan de los mismos be-
neficios que un capitalista.
Pero lo que interesa es retomar el planteo de hace unos momentos acer-
ca de quién maneja la sociedad, quien puede tomar desiciones sobre la ac-
ción que la producción realiza sobre la naturaleza. Los obreros, que venden
todos los ías su capacidad de trabajo a cambio de un salario con el que van
d
a comprar los elementos mínimos de subsistencia, son dispuestos por la vo-
luntad privada del capitalista en el proceso productivo al igual que si fuera
una máquina o un insumo. Bajo la forma de trabajo asalariado las funciones