Page 11 - Edicion 733 de El Directorio
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mina y después tratar o tratarla di- rectamente. Entonces Rita empezó a llevarnos por otro camino: dijo que le interesaba saber más de esta señora, cuántos años tenía, dónde estaba para la guerra de Corea, si eso la deprimió... Nos pidió indagar de ella y no quedarse sólo en el síntoma de si estaba más pálida por la anemia. Eso me hizo click. Aluciné con ella, la perseguí cibernéticamente, busqué sus li- bros”, recuerda. Luego postuló al magíster, fue aceptado, se ganó dos becas para financiarlo. Estuvo en Columbia entre el 2014 y el 2016.
tos para atender. ¿Cómo compati- bilizar ese tiempo y que me cuen- tes tu historia? Es un tema no del todo resuelto. Pero, por otro lado, uno podría argumentar que si tengo un paciente que voy a aten- der de forma crónica, por hiperten- sión por ejemplo, lo voy a ver harto tiempo y no hace falta que lo co- nozca entero en 15 minutos.
¿Funciona, entonces, para un tipo de paciente?
No. Es para cualquier relación de salud. Las relaciones más crónicas, que van a extenderse en el tiempo, se van a beneficiar más. Con los pa- cientes con patología aguda o en una unidad de urgencia, tal vez es más difícil; pero no lo descarto. In- cluso en esas situaciones el pa- ciente puede tener algo más por detrás, que sería bueno saber.
¿Podría la medicina narrativa con- vertirse en especialidad?
El sueño dorado de Rita Charon es que sea una especialidad o subes- pecialidad de la medicina. Para ella sería ideal que hubiera especialis- tas en medicina narrativa de lla- mada, así como hoy se llama a un cardiólogo si el paciente se des- compensa del corazón.
No todos los médicos son aptos para esto, supongo. Pesan las ca- racterísticas personales, si es buen conversador, si es empático. Claro, como en todas las cosas. Pero creo que todos los médicos, si quisieran, potencialmente podrían educarse y adquirir estas herra- mientas.
¿Te gustaría lograr un programa de medicina narrativa en Chile?
No sé si un programa, porque me siento un poco solo todavía y no he tenido tiempo de juntarme con almas afines, y porque aquí esta- mos a la sombra de EE.UU. Tene- mos esta tecnologización fuerte que hace, por ejemplo, que en la salud privada uno no piensa en mé- dicos que escuchan.
¿No hay más médicos aquí que vayan en esta línea narrativa?
Sí hay. Sin que yo lo supiera en ese momento, en la UC a los docentes que están empezando les sugieren hacer el diplomado en educación médica, y uno de sus ramos electi-
vos se llama narrativa y docencia, a cargo de la doctora Rosa María Walker. Pero en otros países hay más desarrollo. En Colombia existe un programa de medicina narrativa en la Universidad Javeriana. En el Hospital Italiano de Buenos Aires organizan cosas con alumnos y re- sidentes. En EE.UU. hay programas de medicina narrativa canónicos y cada vez hay más ramos de prácti- cas narrativas en programas de hu- manidades médicas.
Muchos con Neruda
Juan Carlos Claro atiende consulta privada y dice que allí le da media hora a cada paciente. Es más larga que la promedio de un internista. “Eso me permite conocer al pa- ciente. Cuando se sienta, le digo: soy todo orejas, cuéntame. Alguien puede llegar porque se torció un dedo y terminamos hablando de cómo se lleva con sus papás”, dice.
Además, enseña en pregrado y en postgrado de medicina. En muchas de esas sesiones semanales, a los alumnos les pone en frente un texto literario con una historia: “La idea es que todo el mundo preste atención a esa historia, que haga un poco de close reading del texto y luego una representación: cómo esa persona toma la historia y cómo con eso se mueve a una ac- ción”.
Dice Juan Carlos Claro que su idea no es desconcertar a sus alumnos, pero que igual termina haciéndolo. Y no es difícil imaginarse eso: un grupo de doctores y estudiantes de medicina leyendo juntos poesía para sacar de allí reflexiones que les sirvan para mejorar su desem- peño profesional.
El poema “Muchos somos”, de Ne- ruda, es allí el más leído.
SE ESCRIBE Y SE DIBUJA
Existen narrativas de enfermeda- des escritas como novelas, ensayos o relatos cortos. También hay his- torias que son dibujadas, como cómic o novelas gráficas. Todo ello es un material que se usa en la me- dicina narrativa. Juan Carlos Claro hace el repaso de algunos que es- tudió en Columbia, Estados Unidos,
y otros que ha ido descubriendo por cuenta propia.
*La muerte de Ivan Ilich, de Tolstói. “Este relato termina con la muerte del protagonista. Nunca sabemos de qué se muere, pero no importa. Lo importante es cómo vive su en- fermedad, qué siente con su fami- lia, sus amigos, la reflexión que hace de su vida”.
*La tristeza, de Chéjov.
“Hay médicos que escriben, como Chejov. En este relato corto cuenta de un cochero que perdió a su hijo y le intenta contar su historia a sus pasajeros. Ninguno le presta aten- ción, nadie lo sabe leer. Al final le acaba contando la historia a su ca- ballo. No es una historia médica, pero hace reflexionar”.
* La peste, de Camus.
“Lo leímos en el magister, en un ramo que se llama narrativa de la muerte”.
*La enfermedad y sus metáforas, de Susan Sontag.
“Estamos acostumbrados a hablar de la enfermedad como una bata- lla. Hay toda una cultura y un len- guaje de la guerra en la enfermedad. Es interesante la re- flexión que Sontag hace de cómo eso ha invadido la salud. Aquí habla del cáncer. Luego, en otro libro, lo hará del sida”.
*”Mi casa”, de José Watanabe.
“Es un poema que habla del cuerpo como una casa. No es un tema mé- dico, pero es super interesante y obliga a pensar”.
*Arrugas, de Paco Roca.
“Novela gráfica sobre el alzhéi- mer”.
*Una posibilidad entre mil, de C. Durán y M. A. Giner.
“Novela gráfica que habla de los niños que nacen con malformacio- nes incompatibles con la vida”.
*Special exits, de Joyce Farmer. “También novela gráfica. Es sobre una pareja de ancianos que em- pieza un deterioro muy progresivo en un suburbio de Los Ángeles”.
Se le abrió otro mundo. Dice que asistió a talleres donde debían na- rrar sus propias historias. Escuchar y escucharse. Dice también que nunca había leído tanto. Textos de filosofía, de sociología, de antropo- logía y mucha literatura. “Literatura
densa que al princi- pio no
día. Como Henry James”, cuenta. Además leían novelas gráficas. Juan Carlos Claro dice que las lec- turas a veces estaban referidas a
enten-
temas médicos; otras veces trata- ban asuntos generales que obliga- ban a reflexiones profundas a quienes debían enfrentar a un pa- ciente. En esa lista entraban desde Tolstói a Susan Sontag
Todo vale en esta cruzada que po- dría definirse del touch screen al touch skin. Menos pantallas, más contacto humano.
Almas afines
Suena bonito, pero ¿cómo se lleva a la práctica la medicina narrativa? Un comentario que se hace de la medicina narrativa es que es un concepto bonito, nadie duda de que sea necesario, pero luego te dicen que el médico tiene 15 minu-
Edición 733 Del 24 al 30 de agosto del 2017
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