Page 82 - Libro El Perú en la Antártida
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EL PERÚ EN LA ANTÁRTIDA
Posteriormente, ambos apoyarían los intentos de internacionalizar el continen- te, aunque reservándo siempre sus derechos en territorios antárticos. Así, la URSS señalaba en 1959:
“El Gobierno soviético considera necesario volver a declarar que no ha reconocido ni puede reconocer como legal la situación unilateral de cualquier cuestión relacionada con la jurisdicción estatal sobre la Antártida... el Gobierno soviético se reserva todos los derechos fundamentados en los descubrimientos y exploraciones realizadas por navegantes y hombres de ciencia rusos, incluso el derecho a reivindicaciones sobre territorios antárticos actualmente apropiados.”
No obstante lo señalado, el Departamento de Estado de Estados Unidos eva- luó factores para incrementar su presencia en la Antártida. Así, en 1939 se señalaron entre ellas, la consolidación de la aviación trasantártica, las ingentes riquezas minerales y la posición estratégica en su lucha contra las potencias del Eje (Alemania, Italia y Japón). Posteriormente, en 1947, Estados Unidos había llevado a cabo la Operación Highjump, que configuró la mayor presencia militar que país alguno había enviado a la Antártida: cerca de 5,000 hombres y 13 buques de guerra. Si bien se adujo que el motivo de aquella expedición era poner a prueba la capacidad de las tropas ante condiciones de frio extremo, en realidad era una manifestación sutil de extensión y consolidación de la pre- sencia norteamericana ante pretensiones de otros países, en especial de la soviética. A las aspiraciones de los distintos países se superponía el interés de las dos grandes potencias: eran los tiempos de la Guerra Fría.
Por aquellos años también, los conflictos de intereses sobre tierra antártica se materializaron en choques efectivos de fuerza bélica. También, fuerzas bri- tánicas habían tenido escaramuzas con militares argentinos. El patrullaje en aguas cercanas por parte de los Estados que mantenían aspiraciones en terri- torio Antártico se volvió una constante en aquellos días.
Pero, como ocurre siempre en la historia humana, ante pasos de retroceso, siempre se dan avances. Los conflictos, pugnas y escaramuzas provocaron una reacción tendiente a la cooperación y desarrollo conjunto. Si el periodo post-guerra había visto el surgimiento de una “Cortina de Hierro” que divi- día al mundo; también era testigo del nacimiento de la Organización de las Naciones Unidas, tendiente al camino en común y de apoyo entre naciones. Para el caso de la Antártida se empezó a notar imperiosa, la necesidad de contar con un instrumento que sirviera de base para una presencia humana de convivencia mutua.
LAS PRIMERAS BASES ANTÁRTICAS
No obstante lo señalado, el Departamento de Estado de Estados Unidos evaluó factores para incrementar su presencia en la Antártida. Así, en 1939 se señala- ron entre ellas la consolidación de la aviación trasantártica y las ingentes rique- zas minerales. El panorama recrudeció con el peligro nazi y su llamado “espacio vital”, a lo que Estados Unidos oponía su antigua doctrina Monroe (América para los americanos). Ello devendría en una acción oficial de un Gobierno por tener una presencia efectiva en la Antártida. El 24 de mayo de 1940, Cordell Hull, secreta- rio de estado del gobierno de Franklin D. Roosevelt manifestó:
“Consideraciones de defensa continental confieren una vital importancia al hecho de que las veintiún repúblicas americanas mantengan sobre la parte del continente antártico, ubicado al sur de América, un título más patente que el que reclame cualquier país no americano.”
Nació así el Servicio Antártico de los Estados Unidos, el primero de esa natura- leza. Punto importante en la concepción de dicha unidad fue la noción de con- tinuidad de la presencia norteamericana en la Antártida, pues más allá de una expedición oficial estadounidense se buscaba el establecimiento de una base permanente, en tanto las condiciones lo permitieran. El Servicio Antártico que- daba adscrito al Departamento del Interior del Estado, coordinando con su similar de Guerra y Armada. Así el interés antártico quedaba inmerso dentro de una política de Estado, con lo cual se daba el respaldo necesario para la ins- talación de las primeras bases antárticas. Se planteó una primera expedición para establecer las bases, la que estaría a cargo de Robert Byrd, aunque él regresaría tan pronto se establecieran los puntos permanentes. Con un noto- rio apoyo del Estado se construyó una nave para dicha expedición, la que se denominó el Crucero de la Nieve, pero que mostró sucesivas fallas al momen- to de realizar su misión. Se definió finalmente el establecimiento de dos bases: una occidental y una oriental.
LA BASE OCCIDENTAL
La primera base semipermanente se estableció en territorios de la Pequeña América, ubicada cerca de la isla de Hearst en la costa occidental de la penín- sula Antártica. Era el año de 1940, los miembros de la expedición seguían aten- tamente los sucesos de la guerra mundial. Se establecieron cinco grupos de trabajo entre los colonizadores:
- Grupo de deslinde topográfico.
- Grupo de investigación geológica de las montañas de Edsel Ford. - Grupo de estudios geológicos de las montañas de Rockefeller.
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