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LXXI
SIEN EN
[Ina Salazar (París)]
Dialogando con LXXI
1. En Trilce numerosos son los poemas habitados por el encuentro sexual y amoroso. Presente ya en Los heraldos negros continúa, se prolonga y se transforma en este poe- mario y luego desaparece o casi en Poemas humanos. Sabemos que en el momento de concepción de Trilce son cruciales las relaciones y experiencias amorosas y eróticas del hombre que es Vallejo y lo es también para el poeta que es y que avanza siguiendo su propia intuición pero oxigenado a la vez por las conquistas y experimentaciones de su tiempo. Son éstas materia y escenario que podríamos definir como « naturales » en que se pone en juego la escritura. Es uno de esos « ángulos que produce la pendiente de la existencia » según Paul Celan, desde los cuales habla el sujeto ( el hombre y poeta). Para entender a lo que voy, merece recordarse que la aventura poética de Trilce inicia de manera radical la aspiración reivindicada por las vanguardias de anudamiento entre vida y arte, ambición que, como pocos, Vallejo transforma en verdadera praxis, como lo demuestra cada uno de los 77 poemas de Trilce así como los que componen Poemas humanos. Vallejo en Trilce empieza a trabajar el verbo para abolir el hiato entre vida y lenguaje. Como lo vio A. Orrego, busca « matar el estilo » para dar una « versión más di- recta, más caliente y cercana de la vida ». Dicha así esta voluntad parece ingenua, sim- plista con respecto a la desproporción de la ambición. Tiene el mérito de ir al meollo del asunto. Entrar en la vida solo se puede hacer descondicionando la palabra poética y a la vez es en ese desasirse como el arte se renueva. Cuando decimos vida a qué nos referimos ? La palabra tiene que hacerse porosa a la heterogeneidad de la existencia, a ese universo definido por Borges como « fluido y cambiante », como « ... vano mun- do incierto/en su vertiginosa telaraña» » y por ello mismo irrepresentable, del que el autor de El hacedor huía a través de la literatura, a diferencia de Vallejo. Este también sabe que la vida nada tiene que ver con la ilusión realista pero no renuncia a ella como lo demuestra claramente lo que hace en Trilce. Se puede decir incluso que lo que busca es vislumbrar y estar al acecho de eso que Lacan llamó lo real (que no es la realidad) y que surge como un meteorito en los espacios en blanco del sentido, eso que resiste a la representación porque se presenta como materia bruta, bloque compacto, alérgico a toda ficción, a lo relatable regido por las leyes de la causalidad. En Trilce ese merodear en torno a lo real, ese asediarlo pasa en muchos poemas por la experiencia erótica, es uno de los terrenos privilegiados para producir, provocar una lengua extrañada de sí (de su mismidad, de su unicidad comunicativa y representacional), y hacer emerger esos espacios en blanco del sentido, en una suerte de combate o de tensión con respec- to a la imaginación que según Simone Weil es colmadora de vacíos y que siempre está ahí para organizarlos y ocuparlos.
2. LXXI recrea un encuentro erótico sin que aparezca palabra alguna que lo designe di-
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