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XLII
     SIEN EN
  [Silvia Guerra (Montevideo)]
“no dejes que me vaya sin narrarlo” Maruja Díaz
Anclaje. Voy a decir lo que se Dilucidar entre las nubes
de la noche. Pardo cielo.
Lo que la sobra padecía parece ahora imprescindible, ¿Ves?
Entonces: lo que parecía no era. Tal
María, Susana, rozas con el recuerdo
el lado bajo, antiguo. Y tu recuerdo aparece comiendo, de eso que alimentaba.
Siempre en la narrativa asoma un ruedo
María, Susana, la parte inhóspita, intraducible
de la tarde. Existencia. Barro. Ruido de la materia en borboteo, magma, Arde.
Cubrirá -cubre continuo- esa capa delgada
del olvido. Suerte. Suerte Tildita, Fila, hermanas todas en la línea final.
¿Dónde hemos ido? Hermanas! Dónde ahora
en esta mansedumbre, de hora previa, algún motor de fondo un grifo que se abre, el olor a espadol.
Ya estamos, bella, sobre el monte, sobre el perfumado colchón de la pinocha alegres, niñas, sacudiendo las trenzas. Estaciones, piñas, musgo, Mar, Maldonado. Cierro los ojos. Ese recuerdo es mío. Tuyo cimbreado. Ahora.
En las pestañas, en la ausencia de ellas, venimos tal como es. Funciones, marcas, los signos que la vida. Olvida.
Cede, clorofila y suena en los metales transatlánticos
Vértigo, primas, allí, Somos
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