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SIEN EN
recluido Vallejo, eran sacados y llevados a las letrinas. Los guardias que debían cumplir con esta misión, urgían a los detenidos, con lenguaje grosero, a que procedieran con rapidez’”. Estos datos devienen de otra fuente, en donde observamos que también la crítica literaria funciona como una especie de depositario y junta los restos al modo del pozo ciego, que corresponde al trabajo César Vallejo. Itinerario del hombre, de Juan Espejo Asturrizega.
Desde Aristófanes, que en 424 escribe Los caballeros, cuyo texto es escatológico, no sólo en la literatura por medio de numerosos escritores y escritoras se han cifrado estos hechos biológicos y orgánicos que tratan temas de la cotidianidad mundana, como la flatulencia, que también asusta y persigna a los más hipócritas, sino que también está consignado en la mitología, en rollos de papel del arte japonés, el cine y artes audiovisuales.
Dos de los ejemplos más risueños y contundentes quizás sean el de la Divina comedia, de Dante, que en la última línea del capítulo 21 del “Infierno”, se lee sobre la función natural del cuerpo: “Ed elli avea del cul fatto trombetta / y él había, del culo, hecho trompeta”; o François Rabelais que, en Gargantua y Pantagruel, se refiere a un pedo que hizo temblar la tierra nueve millas a la redonda.
Pues, así como las referencias de estudios de la obra vallejiana son extensas, también los abordajes de los diversos temas que los poemas aluden y, por sobre todo, al que da el título, Trilce, explicado por el mismo Vallejo (“Por varias veces repitió tres, tres, tres, con esa insistencia que tenía en repetir palabras y deformarlas, tressss, trissss, triesss, triesss, tril, trilssss. Se le trabó la lengua y en el ceceo salió trilsssce... ¿trilce?, ¿trilce?”), su esposa, Georgette, y numerosos críticos, incluso recuperando el título original del poemario: Cráneos de bronce, de César Perú.
La cuestión es que esos bronces (77 textos) resuenan en el cráneo, y la inspiración en la letrina le da asidero para que emerja en equilibrio el guano poema del poeta creando. El indio o cholo Vallejo le da forma a la materia amorfa que se amontona como isla guanera, a esa materia infame, dislocada, en dislate, retorcida, se refuncionaliza como lenguaje, como lengua del mundo atroz que lo atosiga, oprime, y “también la angustia del tiempo y de la generación” (Ferrari, 1990: 41). Aún así los bronces provenientes de Santiago de Chuco saltan de los caminos trillados, deliran, chirrían como una nueva lengua, y ese poema primero, poema I, DE LOS MÁS SOBERBIOS BEMOLES, “del culo, hecho trompeta”, del poema (o Trilce) hecho trompeta, Vallejo hizo y hace temblar la tierra no nueve millas a la redonda, sino universalmente, devolviéndonos, como indujera Mariátegui, al orto de la misma creación.
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