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PARA VER TANTO lo esperanzador como lo atroz
del trato que damos a las tortugas marinas, no
hay mejor punto de partida que el hotel Burj Al
Arab Jumeirah. Esta reluciente torre de cristales
azules y blancos, con la silueta del foque de un
velero que enfila hacia la costa, fue erigida hace
dos décadas sobre una isla artificial en el acerado
bosque de grúas de construcción que se alza en
Dubái, Emiratos Árabes Unidos. Con una super-
ficie de 780 metros cuadrados, la suite real in-
cluye una sala de cine privada y 17 opciones de
almohadas; una estancia de fin de semana puede Careyes y tortugas ver-
des convalecen en este
exceder los 50000 dólares. Por fortuna, me en- estanque de un centro
cuentro en calidad de huésped invitado. de rehabilitación en
Me reúno con el biólogo marino británico Da- Dubái antes de ser libe-
radas. En los últimos 15
vid Robinson y descendemos en el ascensor has- años, la instalación ha
ta el estacionamiento, donde caminamos entre tratado y liberado más
Lamborghinisaerodinámicoshasta nuestro desti- de 1 600 tortugas en-
fermas y lesionadas.
no: un laberinto de tuberías y estanques de plás-
tico en la unidad de cuidados intensivos de un
sofisticado hospital para tortugas marinas. En
una tina reposa una tortuga verde que lucha para
sobrevivir al daño de sus órganos internos. Los Hussain Aga Khan,
Paul M. Angell Family
acuarios del piso superior están repletos de care- Foundation y la fun-
yes enfermas amenazadas. dación Save Our Seas
El hotel que resguarda este centro de rehabili- subsidiaron la cober-
tura fotográfica para
taciónespropiedaddeunconsorcio que encabeza este reportaje.
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